Hace algunos días protagonicé, con un compañero de Residencia, una discusión . sobre la situación política actual que él´, frente a mis argumentos-discutibles como todos-terminó con un rotundo.¡ Eso es mentira¡. Reconozco que tal demostración de tolerancia me dejó sin argumentos, o sin ganas de exponerlos. Pero bueno, profundicemos en el personaje. Pasados los 60 años de edad, vivió la transición como pocos. Era un joven periodista, miembro del PCE. Aquellos de nuestros sueños serán vuestras pesadillas. Por eso me sorprendió verlo defender apasionadamente la política del PP y que esto es una democracia.
Pero pensandolo bien, ahora, no me sorprende. Tiene que ser muy duro, a solas en la habitación, a última hora del día, reconocer que el proyecto vital ha fracasado. No solo porque los sueños de la juventud se dan de bruces con la realidad-requisito imprescindible,pero doloroso- para entrar en la madurez. El que más y el que menos hemos pasado por ello. Pero, en el caso de que esto ocurra, lo que hay que hacer es reflexionar, dejar de priorizar los sentimientos frente a los razonamientos. E irse a casa.
Lo demás es engañarse. Empeñarse en defender, contra viento y marea, los errores del pasado no es sólo ridículo. Es trágico.
Estoy convencido de que ninguno de los que lucharon contra Franco, lo hicieron para traer esto. Que no es una democracia. Es una Urdangaríncracia
Los lectores de esta entrada me perdonarán el error del título de esta entrada. Debería llamarse Urdangaríncracia. Es lo que tiene escribir en estado de indignación. Os pido perdón. Por el error gramatical, no por el fondo
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