Aquel ambientador, que le había costado la vida a mi amiga, ahora era mío. Luce, como recuerdo y tributo, en mi estantería. Y hace un tiempo que no lo oigo. Me preocupa.
La habitación está limpia. No me cabe duda. Pero, influído por la macabra anécdota de mi desafortunada amiga, estoy - cada día - más enganchado a su sonido; a su flush, flush.
Creo que me tiene enganchado, como Lautrec a la absenta. Mi psiquiatra dice que lo tire. Que me volverá loco. ¡ No puedo !. Me la recuerda.
Así, poco a poco, se ha apoderado - el maldito chisme - de mí. Vivo esperando su soplido, siniestro pero salvífico. Mi espera, a ritmo de mis latidos, me desespera.
Mis latidos se aceleran, pero la espera, cual chicle, se estira. Se estira y....... ¡ Ahí está!. El flush, flush ha vuelto. ¡ Sigo vivo!. Vivo y esperando. Al siguiente soplido del aparato infernal. Siempre esperando.
NOTA: Para leer la primera parte del relato pulsar aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario