Además acababa de morir uno de sus escritores favoritos, Gabo. Sabía que no podía, ni siquiera, intentar imitar su genio. Pero sí su esfuerzo por escribir. Por plasmar en una historia de ficción sus emociones.
Lo sabía. Sabía que debía dar el salto del relato corto a la novela. Era necesario. ¿ Y por qué no ahora ?. Necesitaba hablar, ahora de sus amores: una ciudad que llevaba en el alma y a la que, probablemente, solo volvería de visita - esporadicamente - dentro de mucho tiempo. Y una mujer que le esperaba, en un futuro (remoto pero cierto ).
Se puso frente al ordenador, su aliado, y tecleó sus primeras palabras :
LA BIBLIA KENNICOTT
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