domingo, 1 de septiembre de 2013

La calle del Sol

Habíamos comido muy bien. El postre había sido rico. Quizás porque lo había tomado mirando a mi chica a los ojos. Decidimos tomar el café en nuestro sitio de siempre. Salimos del restaurante y giramos a la izquierda. La acera era lisa y estaba al mismo nivel que la adoquinada vía. Al otro lado de esta hubo, hace tiempo, un Pub, el Lautrec, donde —cuando tenía mucho tiempo y poco dinero por mor del desempleo— pude disfrutar de una magnífica interpretación de un saxofonista de Jazz. ¡Hacía unos años y toda una vida! Mi mujer me rescató de mis pensamientos nostálgicos con un cariñoso beso. Iba agarrada a mi silla. Esta estaba movida por una batería eléctrica. Llegamos a la esquina y torcimos a la derecha. Enfilamos la calle del Orzán y, entre manifestaciones de cariño, con mi mujer, entramos en el Pub-café 8 Luces, al que solíamos ir antes. Allí pedimos 2 cafés. Los preciosos ojos de mi mujer se iluminaron —dando luz a mi rostro— cuando me dijo «¡Te quiero!». Comenzó a sonar, a la vez que salía el sol, este tema. Yo le respondí, con lágrimas en los ojos: «Y yo. ¡Mucho!»

                                           

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