sábado, 28 de septiembre de 2013

El Prisionero del cielo de Carlos Ruiz Zafón


                                 El Prisionero del Cielo

Acabo de terminar la lectura de El Prisionero del Cielo, de Zafón. Se trata de una crónica sentimental, con Barcelona al fondo, de El Cementerio de los libros olvidados, sus visitadores y custodios. En realidad es una tercera saga de esta historia. Aquí nos habla de Fermín Romero de Torres, Daniel Sampere —años después de descubrírnoslo en El Juego del Ángel—. Ahora Daniel tiene un hijo. Fermín, aterrorizado por una persecución implacable, le cuenta a Daniel su historia —que empieza ,al final de la Guerra civil, en la cárcel de Montjuich y termina el día en que se conocieron—. Fermín, nombre falso —según se descubre en la trama— tiene un atormentado pasado, símbolo de la España del primer medio siglo XX, que le persigue.

Todo ello, y mucho más, lo vamos descubriendo en la asombrosa pluma de Zafón —que usa, apasionadamente—, a una Barcelona (desconocida, pero reconocible) escenario de un drama que nos es narrado, magistralmente, por Ruiz Zafón.

Las descripciones de color negro compiten, en verismo, con las escenas eróticas.

Todo ello sin olvidar referencias literarias como El Conde de Montecristo, que forma parte fundamental de la trama y la convierte en un fenómeno metaliterario. En resumén, la trilogía de Zafón, de la que esta obra forma parte, es una manera hermosa de acercarse a la postguerra española sin maniqueismos y con afán conciliador (que tanta falta nos hace a una generación, la suya, que nos atrevemos a juzgar a nuestros abuelos que arriesgaron sus vidas por una España mejor —fuera en el bando que fuera—, pero tuvieron que soportar el hambre y el miedo —además, a menudo, a canallas) y demostraron un valor, y una generosidad, que nosotros no hemos tenido para honrar su memoria y legado—.

Por eso, esta obra, es imprescindible y su final —conciliador y prometedor— indispensable.
No me queda más que agradecer, a Carmen, trabajadora del Centro de Bóveda (Lugo) donde inicié mi recuperación, que me prestara esta gran obra (que me hizo el proceso mucho más llevadero).   

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