lunes, 16 de septiembre de 2013

King Kong (1933)

Ayer tuve la oportunidad de volver a ver la versión de King Kong de 2005. No está mal. Es un gran despliegue de efectos digitales, para pasar un buen rato. Pero nada más. Cuando se considera un clásico moderno, se está menospreciando el antecedente remoto. El de 1933.

Esta, la antigua, fué una versión dirigida por M.C. Cooper y E.B. Schoedsack —hasta entonces grandes documentalistas— trasuntos del director protagonista. Su huella se nota en la narración del descubrimiento de una isla prehistórica y el gorila gigante que aterroriza a sus moradores.

El guión, de Lovelace, fué novelado y publicado un año antes del rodaje.

Producido —el film— por la RKO.

Estrenada, en Nueva York, en el Radio City Music Hall.

Hay que decir que la historia es muy parecida, en los dos casos, pero la forma de plasmarla es opuesta.

La antigua está hecha artesanalmente, con efectos primitivos pero innovadores e imaginativos —desde el tamaño natural de una mano y la cabeza del gorila, hasta la reducción, a escala, de la figura entera del simio—.

Además es la primera vez que se intentaba tal proyecto. Y el erotismo de Fay Wray es evidente, a pesar de la censura. Este erotismo sólo es alcanzado en la versión setentera protagonizada por Jessica Lange.

La escena culmen es la aparición, entre los árboles, del gorila gigante. En la versión reciente esta es digital. Pero en la de 1933 ¡Hay más realismo!. Y lo mismo pasa con la romántica historia entre la bella y la bestia.. En resumidas cuentas, que la versión moderna me dio ganas de revisar la antigua (con rascacielos, biplanos y todo).


                           

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