viernes, 27 de septiembre de 2013

Deborah Kerr

Era elegante y clásica. De apariencia y cuna británica, encarnó como nadie a la mujer sensual dominada por sus passiones. Su escena de la playa, con Burt Lancaster, en De aquí a la eternidad, la encumbró como mito erótico del cine.

Nació a principios del otoño de 1921 en Helenburgh (Escocia). Su padre era militar. Debutó en el teatro musical, como bailarina, en 1939. Recibió lecciones de interpretación, y se aprovechó de la influencia, de su tía, muy famosa en el teatro y la radio del Reino unido.

Llamó la atención del productor Gabriel Pascal. Este le consiguió un papel en la película Major Barbara (1941). Los 40 son la década de Deborah como actriz británica.

Hollywood se fijó en ella y, en 1947, hizo  The Hucksters con Clark Gable. Este estreno fué el inicio de su éxito —fenómeno que se mantendría en la década siguiente—. Con la MGM hizo Las Minas del Rey Salomón con Stewart Granger (otro gran actor británico). En 1951 hace Quo Vadis y, su clase, le abre las puertas de la leyenda. Al año siguiente, y repitiendo con Robert Taylor, hace  El Prisionero de Zenda. Después hace Julio César, interpretando —para el cine— un personaje salido de la pluma de Shakespeare.

Pero es en 1953 cuando triunfa con la mencionada De Aquí a la Eternidad. Después su carrera no decayó haciendo El Rey y Yo y Té y Simpatía. Pero, para mí, su mejor, su inolvidable representación, es la de Tu y Yo de McCarey, con Cary Grant. Su magnífica contribución al cine romántico queda sellada con esta película de 1957. Después vienen Mesas Separadas o Buenos días, Tristeza.

Con seis nominaciones al Oscar, recibe uno honorífico en 1994.

En 1945 se casó con Tony Bartley, divorciándose en 1959. Tuvo 2 hijas. En 1962 se casó con el guionista Peter Viertel.

Se trasladó a vivir, tras su retiro, a Suiza. Allí desarrolló la enfermedad de Parkinson y murió en el 2007. Pero nos ha dejado escenas memorables como esta:



                                     

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