Se lo dijo. Tenía que decírselo. Podía perderla, pero lo que no podía era engañarla. Y sucedió lo que temía. Sus palabras le hicieron daño. Como le había hecho daño algo que había en el pasado de él. Algo que no podía, no quería ocultar a aquella mujer. A quien necesitaba a su lado. A quien había necesitado siempre, incluso cuando él se negaba a admitirlo.
Y en estas reflexiones torturantes estaba cuando sonó su teléfono. Era ella, estaba seguro. Por eso,nada màs descolgar le rogó; ¿Puedo quererte?. A lo que una voz tierna, dulce e irónica, respondió
- Debes, tonto. Te quiero.
él sintió un alivio vivificante. Ella lo había perdonado. Ahora quedaba lo más difícil. El tendría que perdonarse el daño que le había hecho a ella
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