Y en estas reflexiones torturantes estaba cuando sonó su teléfono. Era ella, estaba seguro. Por eso,nada màs descolgar le rogó; ¿Puedo quererte?. A lo que una voz tierna, dulce e irónica, respondió
- Debes, tonto. Te quiero.
él sintió un alivio vivificante. Ella lo había perdonado. Ahora quedaba lo más difícil. El tendría que perdonarse el daño que le había hecho a ella
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