Me llamo Salomón Quixano y voy a morir. Desapareceré yo y toda mi estirpe. Hasta donde yo sé los miembros de mi familia han muerto ya y cuando esas puertas metálicas hacia las que me conduce mansamente la cola en que me me encuentro, se cierren, yo también habre desaparecido.
Mi verdadero nombre, aquel por el que me conoce mi pueblo, es Shlomo Ben Hativa. Hasta hace poco era un próspero librero y restaurador de Varsovia. Mi familia, procedente de la llorada Sefarad, me inculcó, desde pequeño, el amor por los libros. Ellos guardan nuestra memoria. Ellos son nosotros.
Desde niño me crié entre ellos, entre su olor, su textura. Aprendí a apreciar el aroma del cuero, del papel, de las distintas colas y productos químicos. Pero también aprendí, además de su precio, su valor. Salgari, Dickens, Melville, , Conan Doyle, Verne, fueron mis amigos. Para estar con ellos iba a visitar la gran biblioteca de mi abuelo, que me los mostraba con veneración.
Luego fuí creciendo y me hice ayudante de mi padre en el taller y la librería. Nunca fuimos aceptados del todo en Polonia. Algunos de mis compañeros de instituto se fueron a Eretz Israel. Pero mi padre siempre decía que Varsovia era su casa. En ella llevábamos siglos. Me recordaba el dolor de mi familia el dia que la última de los nuestros tuvo que dejar su hogar en Sefarad, en una ciudad llamada La Coruña. Lo hizo para salvar la joya de mi estirpe. Uno de los ejemplares de la llamada Biblia Kennicott. Ese ejemplar que, abierto, ocupaba un lugar de honor en la biblioteca de mi abuelo. Para mi era tiempos felices. Me casé con Sara y tuvimos dos hijos: Ari y Raquel......... Sara y Raquel fueron separadas de mí al salir del Ghetto. Me temo lo peor. Ari escapó para unirse a los resistentes del ghetto. Segun me cuentan, los nazis han aplastado la rebelión y no queda nadie vivo allí. Solo las ratas campan por sus respetos, dándose un festín entre las llamas.
Las ratas........¡Que ironía!. Los nazis nos llaman ratas. Desde que surgieron en una Alemania enloquecida nos compararon con ellas. Luego vinieron las quemas de libros. El día que presenció la entrada de los nazis en Varsovia y la primera pira de libros, mi abuelo murió de un ataque cardíaco. Afortunado de él.
Y ahora estoy aquí. como un cordero mas en el sacrificio.De esta fila, con otros como yo, avanzando mansamente al fin surge, de vez en cuando, un Kaddish. Esta vez no rezamos por nuestros muertos. Rezamos por nosotros. En este terrible lugar al que los nazis llaman Auschwitz.
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