Volvió a suceder. Y volvió a pasar en domingo. Resulta que el pasado Domingo volví a hacer una visita guiada al Arsenal de Ferrol y a las instalaciones de Navantia. Aproveché para comer fuera y, a la vuelta, cansado, las cuidadoras de este CAMF me acostaron.
Entusiasmado como estaba, por la visita tan agradable - de la que, mañana os hablaré, me dispuse a hacer una entrada en este blog. Pero resulta que, mi ordenador, no estaba tan entusiasmado como yo. ¡ No me admitía la clave para encenderlo !. Lo intenté varias veces ( esta vez estaba seguro de la clave )... y nada.
Entonces entré en pánico. Un pánico furioso. Pero un pánico atenuado por un nombre que acudió a mi memoria: ¡ Silvia!. Silvia sabría lo que había que hacer.
La siguiente mañana me dirigí a Fisioterapia ( a donde suelo acudir, por las tardes, con Helena, mi fisioterapeuta de cabecera ). Y allí estaba Silvia. La fisioterapeuta del turno de mañana.Estaba trabajando en su turno. En cuanto le conté el problema - gravísimo, para mí, me sonrió. Silvia suele sonreir con un gesto hermoso y tranquilizador.
Y me dijo: bájame el ordenador, a ver lo que puedo hacer. Pero no te prometo nada. ( Es humilde y, siempre, se subestima ).
Bajé el ordenador y me fuí. Tenía mucho que hacer.
Después de comer ella había quedado en instalármelo en mi escritorio.
Y así lo hizo. Con Helena se presentó en mi habitación y me lo instaló ( tarea, para mí, casi imposible debido a mi hemiplejia ). Y, con su eterna, e iluminadora, sonrisa me dijo:
- Ya está. Arreglado.
Y era verdad. Ya funcionaba. Había vuelto a hacer el milagro.
Y yo, entusiasmado, le dije:
- Gracias. Que sepas que voy a hacer una entrada sobre tí
Y ella Que une, a sus muchos encantos, la modestia, dijo : No hace falta
Pero yo creo que sí hace falta. ¡ Gracias, otra vez, Silvia !
No hay comentarios:
Publicar un comentario