Dirigida, en 1956, por el Maestro Ford, se estrenó bajo el título original de The Searchers ( traducido libremente, en España, por Centauros del desierto - traducción libérrima pero no exenta de lógica, como vemos en el transcurso de la cinta ).
Interpretada, magistralmente, por el actor fetiche de Ford, John Wayne, por Natalie Wood, Jeff Hunter, Ward Bond y Harry Dove Carey Jr. ( casi toda la pandilla fordiana ) nos sitúa en Texas , en 1868.
Comienza con el regreso a casa de un Wayne - exsargento de un derrotado ejército confederado, que regresa con la familia tras una agitada y misteriosa postguerra -. Pero Ethan Edwards no se encuentra la anhelada paz, sino a su familia masacrada por los comanches y a su sobrina secuestrada.
Dedicará todos los esfuerzos ( y más ) en buscarla y rescatarla. Pero, en la línea de las mejores tragedias griegas, Ford nos muestra el viaje interior - descenso a los infiernos incluído - que hace Ethan, paralelo a la búsqueda de su sobrina. Un viaje desde el racismo a la tolerancia, de manos del amor. Un viaje que vemos en la mirada de Wayne ( que se dibuja, de nuevo, como un gran actor ). Una aportación impagable como lo es la colección de secundarios fordianos o el manejo del color por parte de Ford.
Y lo que pone broche de oro a este tesoro es el plano de un Wayne saliendo por la puerta, camino de un desierto, metáfora de una soledad atroz e inevitable ( remarcada , esta, por la triste canción final. Canción que debería de ser subtitulada, para mejor comprensión del mensaje fordiano
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