Era un partido del mundial. "Nosecuantosdefinal" bramaban todas las radios. Hablaban de la "roja", de la "armada invencible"- gracias a la Logse parecían no saber que esta había sido derrotada-. total, que España iba a paralizarse. Y yo que soy un coruñés sin Deportivo y un español sin Selección, me dispuse a hacer lo que mas me gustaba. Ir a una cafetería de aspecto antiguo, sin televisión- es decir, vacía- y con música suave.Incauto de mí.
El autobús llegó extrañamente puntual. Iba vacío. En la radio del vehículo bramaba un locutor. Había comenzado el partido. Yo, refugiado en uno de los últimos asientos enchufé en mis orejas el mp3 y puse mi música, eso si, a todo volumen, para competir con el desgañitado comentarista. En esto una señora de provecta edad se subió al bus y al ver mis orejas cableadas me preguntó frenética. Que, ¿Como van?. Al responderle que no lo sabía me miró con desprecio.
Afortunadamente como las calles estaban desiertas llegamos pronto a mi destino. Me bajé y como en "Abre los ojos" me sentí Eduardo Noriega ante la calle desierta. Pero yo no eché a correr. Correr es de cobardes. Además la cafetería quedaba a diez metros de la parada. En su entrada me planté cuando la puerta se abrió y casi me da un infarto. Un individuo, de considerable tamaño y peso, se abalanzó sobre mí al grito de ¡Goooool! y empezó a danzar freneticamente. Iba ataviado con una camiseta de la selección, unas cuantas tallas mas pequeña. Llevaba atada a la cabeza una bufanda con los colores nacionales- en pleno mes de Julio- y había decorado su cara con pintura roja y gualda. Es decir, un cruce entre Toro Sentado y Millán Astray.
Entré como pude para comprobar que mi cafetería de siempre, ese templo en el que "acogerme a sagrado" durante los partidos había sido profanado ¡¡Con una tele de plasma!!. Dicho artefacto había congregado ante sí a un grupo de amigos del decorado danzante , todos ellos perfectamente "uniformados" como él. Entre ellos me pareció reconocer a varios nacionalistas a los que había oído despotricar a menudo contra èl "españolismo" y el "Estado represor".
Abatido por la experiencia y sin fuerzas para buscar otra cafeteria sin tele, me fuí para casa. Otra vez el msimo conductor, otra vez el mismo locutor y el mismo mp3. Llegamos pronto a la parada de mi casa. Cuando estaba entrando en el portal me crucé con mi vecino que, honrado y formal padre de familia, compartía aspecto con el indio legionario. Y al cruzarme con él, que iba a ver la segunda parte al bar de la esquina, una frase salió involuntariamente de mis labios. Que, ¿Como van?. ¡Adios!. Estaba perdido.......
Simpatico relato Leonidas y muy real de lo que habitualmente tiene que pasar el mal aficionado
ResponderEliminaral supuesto "Deporte rey" y sus exageradas manifestaciones de los personajes que se apuntan al carro cuando se va bien.