domingo, 20 de marzo de 2011
Al Otro lado del Mar (III)
D. Niceto salió de la peluquería . Estaba tan blanco como su traje de lino. No hizo caso de las preguntas de su empleado. Como un zombie se dirigió a su casa. Subió las escaleras y entró en su lujoso dormitorio donde, de un altillo, cogió una caja de zapatos. De su interior sacó una pistola automática, un Colt 45 plateado con cachas de nácar. Había sido un regalo de Meyer, que además insistió en enseñarle a usarlo.
Se escondió el arma como le había enseñado su amigo mafioso, para pasar un cacheo. Después, sin saludar a sus clientes, que siempre se cruzaba y que después dirían que llevaba una expresión terrible, se encaminó a la Cabaña del Morro. Llegó rápido. En la puerta dos guerrilleros montaban guardia de forma indolente, a ambos lados de la barrera.Procuró aparentar calma y se identificó, hablando con autoridad, como el padre del Comandante Rubén . Los chicos, casi unos adolescentes, le dejaron pasar. Se sorprendió de ello. Pronto se dió cuenta del desorden que reinaba en el acantonamiento de los rebeldes. El movimiento de uniformados de un lugar a otro, el traslado caótico de vehículos, el amontonamiento de material, denotaban que todavía estaban instalándose. Nadie le paró y siguió hasta la propia fortaleza, en cuya puerta principal un letrero señalaba:"Comandancia".
Al miliciano de la puerta le exigió ver a Fidel. El chico, sorprendido , le impidió el paso. Dando voces, D. Niceto, volvió a exigir ver a Fidel. La discusión subió de tono, atrayendo la atención del resto de milicianos
De repente se abrió la puerta y allí estaba:
-¡Que coño pasa, compañero!
- Lo siento comandante, yo...- repuso el chico nervioso
- ¿Usted quien es?
- Soy Niceto Chao, Comandante. Fidel ¿No te acuerdas de tu barbero?
- Ah, carajo. Tue eres el que me afeitaba cuando estaba en la universidad. El de la barbería del malecón. El padre de Rubén
- Asi es. Veo que ya no te afeitas- bromeó D. Niceto intentando mantener el aplomo-.
- Si- dijo Fidel con orgullo- ahora nos llaman los barbudos. Pero bueno, ¿Que quieres?. Estoy muy ocupado
- Tengo información para ti- Niceto intentaba ganar tiempo. Iba improvisando
-¿Información?. ¿Que información?
- Ya sabes, la contrarrevolución. Pero ¿No podemos hablar dentro?
Fidel lo miró inquisitivamente.. Aún debajo de esas gruesas gafas ,tan poco revolucionarias, que nunca salían en las fotos, su mirada conservaba la frialdad que lo habia encumbrado.
- ¿Lo habeis registrado?
- Asi es comandante-dijo el jefe de la guardia, que acababa de llegar avisado por los muchachos de la puerta
- Está bien. Pasa, pero que sea rápido
La estancia era espartana. Una pequeña sala de la época colonial, de piedra y húmeda, con una mesa de madera y un sillón de la época española, apolillados seguramente. A un lado la escasa luz exterior iluminaba un catre de campaña.
Detrás de la silla un negro de unos dos metros, armado con pistola y subfusil, permanecía como una estatua terrorífica, con una faz impenetrable.
-Tranquilo, es mi guardaespaldas. Nunca se separa de mí y nunca se va de la lengua.
Antes de acabar la frase el negro yacía en el suelo con un tiro en la frente y D. Niceto empuñaba su arma, ahora humeante. El estampido del disparó aún no había apagado su eco cuando D. Niceto, en la puerta cerraba esta con la llave que, estupidamente, estaba metida en la cerradura por dentro
-¿¡Pero que......!?. fué lo único que acertó a decir Fidel. La agilidad del cincuentón le había sorprendido.
- Vengo a matarte, Fidel
- ¡A mi?. Pero como te atreves Gusano.
Pero Fidel enseguida recobró de la serenidad de la que todo el mundo hablaba
- ¿Que es por dinero?. ¿Que te han prometido?. Yo puedo darte mucho más
- No seas estúpido. No es por dinero. Sé que no saldré vivo de aquí
- ¡No me digas que eres un contrarrevolucionario!.Podemos hablarlo. En la nueva Cuba habrá sitio para todos. Puede haber uno especial para tí. Al fin y al cabo eres el padre de uno de los comandantes de la revolución
- A mi la política me da igual. todos buscais lo mismo, el poder. A ti este te pudriría, como a aquellos a quienes derrocaste. Acabarías, como ellos, convirtiendo este paraíso en un infierno. No. no soy un contrarrevolucionario
Entonces Fidel, con su imponente figura, derrumbándose sobre el catre. vió claro que aquel tipo no era sobornable ni manipulable y, por primera vez, tuvo auténtico miedo.
D. Niceto levanto, entonces, su arma, que brilló en la semioscuridad, y apuntó a la cabeza de Castro. En ese momento un estruendo llenó la habitación y un grupo de hombres irrumpió en ella. D. Nicetó, en una fracción de segundo se repuso del sobresalto y, colocándose detrás del líder , gritó: ¡Quietos o lo mato!
Pero en ese momento, como un rayó, una imagen lo dejó helado. Al frente de aquel grupo verde oliva un joven le apuntaba con su arma. ¡ Era su propio hijo!. A D. Niceto le dió tiempo a ver a aquel muchacho listo e independiente a quien había criado. Dentro de aquel uniforme, con sus divisas de comandante, que le quedaba grotescamente grande, su hijo era todavía un muchacho. Un muchacho que ahora le apuntaba con un revolver "smith&and wesson" del 38 a la cabeza.
- Y D. Niceto se vino abajo. Hijo, ¿Pero que haces?
-Rubén, dirigiéndose a sus hombres ordenó. ¡Vamos, todos fuera!
Los milicianos miraron a Fidel que, desorientado, asintió
- Padre. ¿Esto es por Lisa?.¿No te parece demasiado por una puta?
Entonces D.Niceto pasó del abatimiento a la furia. Sin dejar de apuntar a Fidel, miró a su hijo.
-¡Calla!. ¡Tu que sabrás, imbécil!. Que sabrás tú de lo soledad. Ella me dio lo que ninguna mujer, ni siquiera tu madre, me había dado nunca. Si, de acuerdo; al principio compre su sexo. Y fue maravilloso. Pero poco a poco nos dimos cuenta que los dos buscábamos algo mas. No te voy a contar como porque todavía no has vivido lo suficiente para entenderlo. Un mequetrefe que juega como tu a los soldaditos no puede entender que una mujer así se enamore, si, ¡se enamore!, de alguien como yo. Porque eso fue lo que ocurrió. Hasta que tu amo, este cabrón que te ha convertido en su perrito faldero, que va a convertir este paraíso en su finca infernal, me la quitó
-Padre, no lo hagas. No puedo permitirlo
-¿Que pasa, es que ahora es él tu padre?. ¿Es que ya no tienes familia?
D. Niceto notaba, igual que el tacto de las cachas nacaradas a través de su sudorosa mano, que se acababa el tiempo. Amartilló el arma
Entonces Fidel, callado hasta entonces, dijo. ¡Vamos Rubén! ¡el destino de la revolución está en tus manos!.¡Dispara!
D. Niceto, ya tranquilo, respiro profundamente y...
¡Padreee!, ¡Nooo!
D. Niceto nunca llegó a escuchar el estampido.Sintió que todo el sol de La Habana estallaba dentro de su cabeza. Antes de caer, sin vida, en el frío suelo, los guardaespaldas de Fidel ya estaban dentro de la habitación
Por un momento el silencio se hizo en la estancia. Solo la cadencia de un bolero se filtró desde el exterior
"¿Como fue?.
No se decirte como fue
No sé explicarme que pasó
pero de ti me enamoré ..."
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