De repente sonó el teléfono:
—Hola Fernando. Soy Javier. ¿Cómo estás? ¿Qué te parece si paso esta tarde por ahí?
No podía creerlo ¡Un amigo, de La Coruña, iba a venir! ¡Y a perder su tarde conmigo! Cuando me levantaron, después de la siesta, bajé.
Y allí estaba. Sentado, discretamente, en la recepción. ¡Me alegré de verle!. Aquí, el fin de semana se para el tiempo, atrapando a uno en su interior.
Pero la visita de Javier me salvó de ello. Me recordó aquellos cafés, con debates apasionados como fondo.
Hablamos de historia, de economía —campo en el que es un experto—. O sea, arreglamos el país (que, pienso, no tiene remedio). Pero lo importante es que me di cuenta de que tengo un amigo (compañero, antiguamente, de café) que es capaz de dedicarme, sin alharacas —discretamente— una tarde. ¡Lo demás son tonterías! Esto es un amigo. No lo olvidaré (y eso que lo olvido casi todo). Por eso tenía que relataros esta visita. Este café con un amigo.
Cafetería del CPAP de Bergondo —escenario del entrañable encuentro—. |
Hay AMIGOS que nos SALVAN :) !!!.BENDITOS SEAN !.
ResponderEliminarY que son un ejemplo a imitar¡. Gracias, guidmo2010. Sé que tú, si estuvieras cerca, harías lo mismo.
ResponderEliminarNO LO DUDES QUE SI !!!!. Un abrazo.
ResponderEliminar¡ Ni se me ocurriría dudarlo!. Otro abrazo para tí
ResponderEliminar