Nuestr siglo XIX, y buena parte del XX, se encuentran plagados de prestigiosos militares, cuyo talento, lejos de beneficiar a la nación, contribuyó a agravar el fratricidio y ahondar heridas que, aún hoy, no han cicatrizado totalmente.
Uno de los más importantes fué Miguel Gómez Damas.
Nacido en Torredonjimeno (Jaén), en 1785, su vocación primera fué la de abogado.
Pero la Guerra de la Independencia trastoca, como en muchos otros casos, su vida. En Junio de ese año ingresa, como voluntario, en las filas españolas.
Recibe su bautismo de fuego en Bailén, siendo capturado por los franceses e internado en Autun. Se escapa y vuelve a alistarse en las filas españolas.
En 1815 se casa, en Madrid, con el grado de capitán, con Vicenta de Parada. Poco después se retira.
El matrimonio se establece en Jaén, donde Miguel se trabaja como Administrador de Bulas.
Tras el triunfo de Riego, se une a la conspiración contra el mismo. Pero fracasa en sublevar al Regimiento de Jaén y tiene que huir.
Acompañando a los Cien Mil Hijos de San Luis vuelve a Jaén.
Consigue hacerse con el Gobierno Militar de Algeciras hasta ser depuesto, por sus simpatías absolutistas. por la Reina Maria Cristina..
Desde Madrid se dirige a Navarra, donde se pone a las órdenes del general carlista Zumalacárregui.
Jefe de Estado Mayor carlista en la Primera Guerra, es el responsable de la toma de Asarta, Alegría-Navarra- Fué Comandante General de Alava Guipúzcoa.
Toma Tolosa y Guernica. Es nombrado, por D. Carlos, Mariscal.
En 1836 dirige la Expedición Gómez , dedicada a ocupar Asturias y Galicia.
Desde Amurrio toma Riaño, Lugo, _Santiago y La Coruña.
Desde allí se dirige al sur, llegando a Alcántara,Osuna,Écija y Burgo de Osma.
No consigue levantar las poblaciones y, en 1936 vuelve a Navarra.
Derrotado y juzgado por los isabelinos, se exilia, con su esposa, en Francia, de donde volverá para participar en todos los levantamientos carlistas
En 1846 solicita el perdón de Isabel II y la reconoce como soberana legítima.
Le es perdonado su pasado y se reintegra al servicio activo
Muere en 1850, dejando a su viuda en la miseria, Pués perdió la pensión carlista y no se le reconoció la isabelina.
De nada sirvieron sus hazañas militares, dignas de mejor causa
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