Chateando con una amiga, me acordé de mis impresiones infantiles y juveniles de la Semana Santa. Recuerdo a mi abuela- ¡ Que recuerdos¡- Llevándome a las procesiones en las que-por la gracia de Franco- desfilaba el ejército. Este estaba representado por una sección de Infantería. A su frente iba un teniente, a la sazón mi padre. Aún no sé si mi abuela me llevaba por fervor religioso o familiar. Recuerdo, eso sí, sentimientos encontrados. El orgullo al ver aquella formación, con las armas a la funerala (boca abajo), pero el miedo que me producían los tambores y los capuchones de los cofrades- remedos del antiguo Ku Klux Klan.
Por otro lado, el ambiente general era, oficialmente, triste.
Sólo disfrutaba de las películas de romanos, que aún hoy echo de menos.Lo que no me daba cuenta-iba a un colegio de curas y tenía menos de diez años, es que La Semana Santa era celebrada por decreto de obligado cumplimiento, con una Iglesia-fábrica de futuros anticlericales-confundiendo su poder con el político y denominando -la idea fué suya , Franco sólo la aprovechó- a la tragedia de la Guerra Civil, como Gloriosa Cruzada.
Tiempo después, ya muerto Franco, recuerdo, gracias a mi trabajo nocturno, oir al gran Juan Antonio Cebrián, hablar con sus colaboradores-desde un punto de vista histórico y racional- sobre el tema.
Franco ha muerto. El programa de Juan Antonio ya no es el mismo desde que el genial locutor no está entre nosotros. Sin embargo los dos han dejado su huella en mí. El primero en forma de anticlericalismo, y el segundo, en forma de análisis histórico de los acontecimientos. Y un día en que está a punto de iniciarse unos días tan señalados, en el pasado, me gustaría compartir mis recuerdos con vosotros
El viernes al salir de trabajar me encontré de frente con la procesión de La Dolores (familiarmente también llamada La Puñales), el ruido de tambores precedido por los capuchones, me produjo una congoja y me hizo recordar también mi infancia. Si las Semanas Santas de nuestra infancia eran tristes, imagínaos en Ribadeo, donde su excelentísimo Francisco Franco, tenia a bien pasar sus vacaciones, para de paso ir a pescar unos salmoncitos en el Eo. Las Salas de fiesta no abrían -discotecas no había entonces- las sinfonolas de los bares y cafeterías, estaban desenchufados, las emisoras de radio con música sacra( esto no me importaba, la verdad es que me sigue gustando y seguramente volveré este año a oir El Miserere, y si, lo mejor eran las pelis de romanos, que eran a la Semana Santa, lo que Mujercitas a las navidades.
ResponderEliminarPor cierto, los anticuarios de Ribadeo, escondían sus mejores piezas, para la visita de rigor de La Collares, porque después, quién tenía cojones para ir a cobrar a El Pardo.
¡¡¡Qué tiempos aquellos!!!
Veo que tu también tienes recuerdos. Gracias por compartirlos
ResponderEliminarLo bueno de las grandes ciudades, es que siempre puedes encontrar un reducto a donde huir en caso de ocupación total de encapuchados...Aún así, yo me he llevado algún susto que otro al dar la vuelta a una esquina saliendo de algún concierto, y encontrarme con un grupo de gente disfrazada y triste. En cuanto a la música estoy con Egeria, pero prefiero escucharla cuando a mí me de la gana, no cuando me la impongan. Besos a los dos.
ResponderEliminarY además siempre nos quedarán las películas de romanos. Un beso para tí, también
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