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Maqueta del Santísima Trinidad en el Museo Naval de Ferrol. |
Si existe un navío en la historia naval española que es una leyenda ese es el Santísima Trinidad. Oficialmente Nuestra Señora de la Santísima Trinidad.
Conocido como el Escorial de los Mares, en su época fue el barco más grande y con mejor artillería. En principio montó 120 cañones, ampliados con 20 más antes de la batalla de Trafalgar. Tras la reforma de 1803, contó con 136 piezas. Antes de la famosa batalla embarcó cuatro obuses de a 4 libras. Esto dejó su artillería en 32 piezas de a 36 libras, 34 de a 24 lb, 36 de a 12 lb, 12 de a 8 lb, 16 obuses de a 24 lb, 4 de a 4 lb y 6 esmeriles.
Construido en La Habana con madera cubana, especialmente fuerte y flexible, entró en servicio como navío de línea de la Armada Española. Fue botado en marzo de 1769 y asignado en el mismo año. Desplazaba 4902 toneladas y medía de eslora (largo) 63,36 m., de manga (ancho) 16,67 m, de puntal 8,26 m. y de calado 8,5 m.
Se entregó con tres cubiertas, pero después de reformado contó con cuatro. Fue el único buque del mundo con esta característica. A su entrega su dotación estaba formada por 980 hombres. En la batalla del Cabo San Vicente participó con 1105 hombres y en la de Trafalgar con 1160.
En 1779 España entró en guerra con Gran Bretaña junto al aliado francés en apoyo a las colonias norteamericanas que luchaban por su independencia. En este buque fue donde se enarboló la insignia de la flota española. Tomó parte en las operaciones en el Canal de la Mancha y en 1780 participó en la captura de un convoy inglés de 55 buques. En 1782, con parte de la escuadra del Mediterráneo, participó en la batalla de cabo Espartel.
Una jornada funesta que precede al desastre de Trafalgar fue la del 14 de febrero de 1797. Al regreso del navío a Cádiz tuvo lugar la batalla de Cabo San Vicente. Después de cinco horas de combate bajo el fuego de varios navíos ingleses, el Trinidad se hallaba desmantelado, teniendo que transbordar el mando el teniente general José de Córdoba a la fragata Diana. Fue rescatado de una inminente captura por el navío Infante Don Pelayo, mandado por el capitán de navío Cayetano Valdés, que incluso llegó a amenazar al Santísima Trinidad con disparar sobre él si no volvía a izar el pabellón español. El Pelayo se interpuso entre la escuadra inglesa y el Santísima Trinidad hasta que se fueron incorporando a la batalla otros navíos españoles y consiguieron la retirada de las fuerzas británicas.
Durante la noche la tripulación del Trinidad trabajó a destajo para intentar hacer navegable al destrozado navío y despejar la cubierta de los restos de la arboladura. Lanzaron al agua los escombros, asegurando los palos y tapando balazos para evitar que entrara el agua o, en todo caso, disminuir su volumen. Esa misma noche, la fragata Mercedes fue enviada por Córdoba para ayudar a remolcar el navío, operación difícil dado el pequeño volumen de dicha fragata frente al tamaño del Trinidad.
Se ordenó al comandante de la Santísima Trinidad que pusiera el navío a salvo, en un peligroso viaje acompañado solamente de la fragata Mercedes. El día 15 amaneció el buque a cuatro leguas de Punta de la Piedad, divisando una escuadra británica de 22 velas que remontaba a cuatro navíos españoles capturados y a otros buques propios averiado. De ellos salieron dos en persecución de los españoles, pero al poco tiempo desistieron.
Como veremos más tarde, los ingleses no se olvidaron del Trinidad.
En la batalla de Trafalgar, bajo el mando del jefe de escuadra Baltasar Hidalgo de Cisneros y con Francisco Javier de Uriarte y Borja como capitán de bandera, ocasionó gravísimos daños al HMS Victory, aunque de esto no hablará la historiografía británica... Llegando a luchar solo con siete navíos ingleses, cuando fue capturado tenía a bordo 200 muertos y 100 heridos. No se fue a pique hasta que posteriormente se enfrentó con un temporal, que hizo estragos dado su mal estado, siendo destruido por los británicos a 25 millas al sur de Cádiz, llevándose con él a numerosos heridos. Los ingleses en venganza, no hicieron nada por rescatarlos y murieron ahogados. Collingwood, el segundo de Nelson, dijo esto de su hundimiento:
Empleamos el tiempo en destruir los presos entre Cádiz y Santa Lucía. A las 5:30 de la tarde acortamos las velas y tuvimos que enviar al lugarteniente Williams, el carpintero y sus 30 hombres sobre el Santísima Trinidad para destruirlo.
Este símbolo del poderío español en el mar siguió prestando servicios después de destrozado ya que sus piezas de artillería fueron rescatadas e instaladas en la entrada del Panteón de Marinos Ilustres frente a la Escuela de Suboficiales de la Armada en San Fernando.
Galdós, en su histórica colección de novelas Los episodios nacionales, embarca a Gabriel de Araceli en el Santísima Trinidad en la primera novela de la primera serie, que se titula Trafalgar. En esta obra maestra de la narrativa cuenta las vivencias de Gabriel desde los preparativos de la batalla hasta después del combate. Y da su visión de la batalla, los horrores de la misma y el rescate de los tripulantes.
En el 2006 un barco mercante fue acondicionado externa e internamente como el Santísima Trinidad. Su conversión se inició en Galicia y se terminó en Algeciras. Esta réplica se amarró en el puerto de Málaga, donde funcionó como restaurante, discoteca y sala de exposiciones. Lo cual, dicho sea de paso, me parece una falta de respeto.
En 2011 este barco fue trasladado al puerto de Alicante, donde se planeó llevarlo a Ibiza en el 2016. En el 2017 fue retirado del muelle por problemas en el casco, estando actualmente sometido a reparación.
Espero, por el bien de la memoria de los españoles caídos en Trafalgar, que la apertura al público para tan espúreos fines no se produzca nunca, dado que la tradición naval -tan poco respetada en nuestro país- merecía al menos que dicha nave alojara un museo sobre tan importante batalla y no una discoteca para ingleses borrachos. España, y no solo en este caso, tiene una historia tan rica como la que puede tener Gran Bretaña, aunque menos respetada. No nos podemos quejar si la historia de nuestras hazañas la escriben nuestros enemigos. Y, en la medida de lo posible, intentaré que no se ultraje la memoria de nuestros Caídos en Trafalgar con esta entrada en mi blog.
Para terminar, humildemente sugiero la idea de que, al igual que tenemos una fragata dedicada a nuestro héroe Blas de Lezo, dediquemos el siguiente buque insignia de nuestra flota el nombre del Santísima Trinidad.