Esta noche es la noche, el 2 de noviembre. Estamos en pleno otoño, caminando hacia el invierno. Tendré que volver a la playa, a la playa de Viveiro. Volveré a contemplar el lugar de la tragedia, la mayor tragedia naval de la historia de España.
La fragata Magdalena...
Esta maravilla de la Real Armada española había sido construida en los Reales Astilleros de Esteiro, en Ferrol. Montaba 36 cañones y tenía una dotación de 480 hombres. Su misión era defender los puertos del Cantábrico de los franceses.
Zarpó de La Coruña el 14 de octubre de 1810 y se unió, a la altura de Ribadeo, con una goleta y algunos cañoneros. Después de fondear en Gijón, desembarcó las fuerzas aliadas para atacar la ciudad, en manos francesas. A continuación se dirigió a Santoña y tuvo que enfrentarse a un fortísimo viento noroeste. Aquí perdió contacto con el resto de la escuadra.
El 29 enfiló al puerto de Viveiro. Allí se topó con un terrible viento del norte. Pocos podían imaginar el destino que le aguardaba. Con el casco destrozado, el buque se fue a pique...
Aparte de algunas coplas y romances, mucha gente quiso olvidar la tragedia. Yo no.
Allí, cerca del mar, en esa playa, están enterrados los tripulantes de La Magdalena. Muchos han intentado encontrarlos, igual que el pecio, a pocos metros del arenal. Volveré a sentir la cercanía de la tripulación. Muchas veces he vuelto a ver la fantasmagórica silueta del barco, muchas veces he vuelto a oír en la playa la voz del capitán De Salcedo gritando desde la angustia:
- ¡¡Blas!! ¡¡Blas!! ¿Dónde estás?
A esa voz respondía otra:
- ¡¡Aquí, padre!!
El guardiamarina De Salcedo sabía que iba a morir y, antes de fallecer, quería asegurarse de que su padre sobreviviera.
Para los tripulantes de la fragata Magdalena el tiempo ya no pasa. Solo recordados por la Armada en la que sirvieron, se hacen compañía los unos a los otros sepultados bajo la arena.
Esta noche seguramente volverá a desatarse una galerna como la que el diablo envió en aquella ocasión y yo caminaré sobre la arena, como hago siempre por estas fechas todos los años, recordando a mis camaradas. Eso me hará descansar en paz. Otro año.
Pero nunca verás mi rastro. No puedo profanar esta sagrada tumba.
Porque soy uno de ellos. Estoy muerto. Soy un muerto de la Magdalena.
Increíble relato , nunca imaginaría que el final acabara relatado por uno de ellos…..
ResponderEliminarGracias amigo Anónimo. Eso buscaba. Sorprender
ResponderEliminarGracias. Me gustaría que comentes el relato en mi Facebook Leonidas de Esparta
EliminarEres increíble ,lo bonito que relatas los momentos
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