Delia es el alma de la empresa, o por lo menos eso cree. Si por antigüedad fuera, desde luego lo sería. Algunos malintencionados dicen que es más antigua que la propia empresa.
Poco a poco, desde los puestos mas bajos, ha llegado a jefa de personal. Ella dice que a fuerza de tesón, los otros dicen que por pesada y por pelota. Nunca dice que no a un jefe ni que si a un, como ella llama a sus subordinados, inferior. Como no tiene vida privada- se encarga de recalcarlo- se entrega con afán a la empresa. A su lado un japonés, de esos de dos semanas de vacaciones como máximo, es un vago.
Llega pronto por la mañana. No es la primera vez que da un susto de muerte al adormilado vigilante de seguridad que, gracias a dios, no porta arma de fuego. A continuación Delia hace una ronda para encender las luces y abrir los despachos, como cuando empezó. Después sigue con su actividad favorita: agobiar a los demás según llegan. Sus subordinados hacen lo que pueden para escapar de ella, pero sin éxito.Incluso si estos cogen una baja, se presenta en su casa para controlarlos. Inmune a las indirectas es como una mina magnética. Se pega y explota en el peor momento. Tiene nervios de plastilina y cualquier gesto de desagrado de un directivo lo convierte en una tormenta de improperios a sus subordinados que la odian casi tanto como el vigilante.
Ni siquiera en la pausa del café se libran de ella. Aprovecha para dar consignas y órdenes, animada por la botella que guarda en su despacho y que piensa que nadie ha encontrado. Es esclava de sus dos móviles que cuelgan de su cuello en unas absurdas bolsitas de algodón de color rosa y por los que es capaz de hablar simultaneamente mientras echa una bronca en persona a un tercero.
Cuando llega la hora de salir sus esclavos desaparecen a una velocidad pasmosa, no vaya a ser.....
Pero nadie conoce de verdad a Delia hasta que no ha padecido una cena de empresa. Entonces bebe sin recato. Después abraza a sus siervos, sobre todo a los masculinos. Luego llora y cuenta su triste historia a quien quiera escucharla, y a quien no quiera también. La historia es siempre distinta, dependiendo del grado de alcoholemia. Suele acabar la fiesta encima de una mesa insultando a sus "inferiores" y clamando contra los derechos laborales. Esto ocurre justo antes de vomitar.
Pero nada de eso importa hoy. Hoy es un gran día. ¡Delia se va de vacaciones¡. Y el resto, en cierto modo también- y eso que ninguno ha pedido su mismo turno...
No hay comentarios:
Publicar un comentario