sábado, 13 de junio de 2015

14 DE JUNIO DE 1985. LA AUTOPISTA

 Mañana hará 30 años. 30 años del peor día de mi vida.
 Lo recuerdo como si fuera ayer.
 A mi madre la iban a operar, por segunda vez, del corazón. Para eso había ido a Madrid.
 Yo me encontraba en Santiago, terminando mi primer año de Derecho.
 Antes de operarla le hicieron una prueba rutinaria - a primeros de Junio - el cateterismo ( para ver como estaba la válvula cardíaca mitral ). Pero algo salió mal y entró en coma.
 Yo tenía la esperanza de que saldría de él.
 Pasaron los días y yo en Santiago. Allí estaba esperando noticias. Noticias que recibía todos los días - y varias veces diarias - Mis amigos, alguno de los cuales estudiaba medicina, intentaron animarme. Y he de decir que a punto estuvieron de conseguirlo.
 Amaneció el día 14. Me dispuse a estudiar ( o a intentarlo ) y a esperar noticias.
 A media mañana me llamaron a mi habitación. El director quería verme.
 Me temí lo peor. Bajé las escaleras - mi habitación estaba en la primera planta - bajé corriendo.
 Al llegar a la planta baja ví a mi tía ( en realidad era la prima de mi madre, pero se querían como hermanas ). Estaba con su hijo, mi primo -.
- Javier- vivía en esa misma Residencia.
 Sus caras lo decían todo. Recorrí el pasillo tan rapido como pude y me abracé a ella. Sentí una palmada de consuelo en la espalda. Era el director de la Residencia, muy buena persona.
 Recuerdo que mi tía me dijo dos palabras; se murió
 Son dos palabras que todavia llevo clavadas en la memoria. Dos palabras que aún ahora, treinta años después, me hacen daño, mucho daño.
 Subí a la habitación y, con la ayuda de mi primo Javier, hice la bolsa para volver a Coruña.
 Volvimos en el coche conducido por Julio, el hermano de Javier. En todo aquel viaje de pesadilla nadie dijo nada. Javier iba a mi lado y me cogió de la mano.
 Sólo acerté, en todo el viaje, a decir una frase : No puedo creerlo. Y sigo sin poder creerlo.
 En ningún momento dejé de mirar - fijamente - la autopista. Una autopista que me llevaba a un hogar que ya no era el mío. En un tiempo que ya no volverá.
 Mi madre murió el día en que cumplía 44 años. Un día en el que se medó grabada la imagen, la maldita imagen de aquella autopista. Una autopista al dolor, en la que sigo.
 Mis heridas, aún, no se curaron. Y hoy vuelven a sangrar. Por eso tenía que escribir esto.

                       

                                                 

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