Los aliados occidentales, victoriosos, crearon la RFA ( una democracia capitalista ) y los rusos, también victoriosos, crearon en su zona una dictadura comunista. Y enjaularon a su población tras el muro. Tras cientos de muertos y casi una treintena de años de implacable dictadura, el muro cayó por - al parecer - el error de un burócrata. Y, sin duda, por las ansias de libertad de un pueblo. Pero, 25 años después, sin un infierno con el que compararse, las contradicciones del capitalismo ( y de la democracia formal ) se erigen en otro muro. Un muro reforzado por el imperialismo económico ( ahora ya no militar) que ha producido la victoria económica de una Alemania que ha escondido sus panzermarcos tras los euros de la unificación europea. Europa necesita, ya, un nuevo enfoque. Ha de resurgir, con fuerza, como un poderoso referente del humanismo democrático. Y ha de hacerlo, sin complejos ( y sin miedo) frente a las amenazas a nuestra libertad ( provenientes, ahora, de fundamentalismos religiosos y nacionalistas.
Pero eso ha de ocurrir - en mi opinión - creando en Europa sociedades abiertas, laicas y participativas. Sociedades dignas del ideal griego de Democracia: Isonomía ( igualdad ante la ley ) Isegoría ( Igualdad ante la participación en los asuntos públicos) e Isocracia ( Igualdad en el reparto de la participación en el Poder ).
Sólo así seremos capaces de construir algo digno a partir de los escombros del Muro
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