miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hotel "La Mamounia"



En Marrakech, a 10 de Enero de 1948

Querido Jack:
                      Como ves te he hecho caso y, huyendo del bullicio alcohólico de Broadway he cruzado el charco. Estoy decidido a terminar mi novela y no hay mejor sitio que el norte de Africa, donde se desarrolla.
 Por supuesto no estoy dispuesto a vivir en las condiciones que nos acompañaron durante la guerra y, como he recibido la herencia que empezamos a bebernos tu y yo en la calle 52, me he venido hasta "El lugar mas encantador del mundo", como lo definió Churchill, que, además de un gran comandante en jefe, era un sibarita.
 Total que aquí estoy, en "La Mamounia" de Marrakech. Este hotel tiene algo. No es solo su lujo, en la atmósfera flotan las visitas de Delacroix, Matisse o Cole Porter, cuya música llena el espacio continuamente desde el piano-bar. Lo cierto es que todo es evocador, aún para rememorar la tragedia a la que sobrevivimos tu y yo hace no muchos años.
  Me levanto por la tarde, a la hora de mas calor. Repaso mis notas y me lanzo a la calle equipado con mis pantalones chinos, mi vieja camisa del ejército, mis botas de desierto y el sombrero panamá. Procuro protegerme del sol en las callejuelas de la Medina y acabo en uno de los cafés en que pocos turistas se aventuran. Mi favorito es el que llaman "El Nido". He tomado mas notas allí que en toda mi vida. Al atardecer tomo algo de la cocina local- mi estómago está inmunizado gracias a la carne enlatada y las judias de bote de la guerra-. Después me dirijo a la plaza Jamaa el Fna, al anochecer, para disfrutar de los espectáculos que tanto nos divertían.
 Por la noche vuelvo al hotel donde la cocina está siempre abierta y pido un sandwich antes de ponerme a escribir hasta el amanecer. Cuanto termino me ducho y pongo "Night and Day, mientras me seco en la ventana y contemplo como los primeros rayos del sol se reflejan en la mezquita Koutoubia. En tonces bajo a desayunar, antes de acostarme.
 Pero todo esto cambió el otro día. Yo estaba solo, pues era el primero, entonces entró una dama. Era una mujer morena, con ojos tristes, y muy bellos, elegante figura enfundada en un vaporoso vestido azul con flores blancas y tocada con una elegante y sencilla pamela. Sus manos eran finas y acompañaban al movimiento armonioso de todo su cuerpo. Enseguida me atrapó. Incluso cuando me cazó mirándola fijamente me sonrió. Pero era una sonrisa con cicatrices. Por eso me llegó mas adentro.
 Por ello decidi acudir, como se hace en estos casos, al recepcionista. Con unos dólares por medio me contó que era Lady Goldsmith-Shallow cuyo marido había caído en  esta zona durante la guerra. Ella  estaba buscando su tumba. Siempre estaba sola y parecía arrastrar una pena y una culpa infinitas.
 Ello sucedió ayer, querido amigo, y mañana estoy decidido a presentarme a esta dama. Algo me dice que es muy especial
                                                 Un abrazo de tu viejo camarada

                                                                         Conrad

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