lunes, 5 de octubre de 2009

CALLE ABAJO


Me duele todo...¡Como me duele todo!. ¿Cuanto tiempo llevo durmiendo?. Que mas da. Ya he calentado la acera, así que debe ser bastante rato. Lo que hace la costumbre... Antes necesitaba algún cartón para poder quedarme dormido y ahora ni lo echo en falta.Ya es casi de noche.Claro que todavía no ha llegado el invierno. Y este será el segundo en la calle.
Algún compañero de fatigas me ha querido convencer de que me vaya al sur, al Mediterràneo. Pero es que esta es mi casa. Es mi ciudad. Renunciar a ella sería lo último. Aquí nací y aquí fuí feliz. Estas calles son mi infancia, mi adolescencia, cuando todo era posible.¡Como echo de menos mi barrio!. Ahí si que no me atrevo a volver. Ahora malvivo en la otra punta, temiendo encontrarme rostros conocidos entre la multitud. No se porque me preocupo. Por sus caras parece que no existo. Como no pido lismona no les doy ocasión ni de despreciarme.
Primero fué la mala racha, demasiado duradera. En el peor momento me dió por beber. El paraíso artificial escondía un infierno que descubrí demasiado tarde. Igual que descubrí demasiado tarde que la familia "ideal" que disfrutaba solo lo era para los buenos momentos. Aquella novia perfecta también se cansò demasiado pronto. Los amigos me dieron la espalda cuando perdí posición social. Las promesas de ayuda eterna eran solo eso, promesas. Luego fuè el trabajo, poco duró; fuí rodando cuesta abajo de mal en peor, hasta acabar en este callejón y con un cartón de vino peleón, que aún encima está vacio.
Me miro en los cristales de los escaparates y no soy yo. Ese tipo acabado, sucio y demacrado ha debido de matarme y ocupar mi cuerpo.Ahora soy un zombi. De aquel chico entusiasta del cine, enganchado a la lectura, no ha dejado nada. La vista me falla y el único cine que veo es el de las televisiones de la tienda de aquí al lado cuando està cerrada. De madrugada ponen películas clásicas y, aunque no puedo oir los diálogos, aún me los sé de memoria.
El único contacto húmano me lo regala una chica que trabaja en la zapatería, dos calles mas abajo.No sé como se llama. Todas las mañanas pasa por aquí, como si tal cosa, me pregunta como estoy, me sonrie y me deja un café de esos
para llevar . Entonces me entran ganas de llorar y bajo la vista. Muchas veces un libro le asoma del bolso.Debe de ser culta. Por ella sigo en este callejón.
Aunque ahora tengo que levantarme. Es la hora del cierre del supermercado y habrá peleas por sacar del contenedor los productos caducados. Luego seguiré vagando, sin rumbo, calle abajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario