No se acuerda mucho, aunque algunos detalles - nítidos - los conserva muy dentro de ella.
Recuerda que era una mañana de Domingo de Ramos , no hay más que ver la foto, fría.
Estaba con sus padres en la puerta de la iglesia. Entonces, su madre ( con esa sonrisa dulce que las madres reservan sólo para sus hijos ) le dijo :
- Vamos, cariño, coge a papá de la mano que os voy a hacer una foto.
Y esa niña, que aún no tenía diez años, lo hizo. Y sintió una cálida ternura que le sorprendió. Alzó la vista y vió - a su lado - a un gigante.
Pero este gigante no era como los de los cuentos de miedo. Este era bueno, muy bueno. Y la miraba con un inmenso amor.
- ¿ Estás bien, reina ?
Le preguntó con cariño
- Si, papi
. Iba a decirle que ¿ como no iba a estar bien si estaba con él. ?
Pero su madre, con una sonrisa iluminándole la cara, se le adelantó
- A ver ¡ Sonreid al pajarito !
Y el instante quedó grabado en la memoria de aquella niña.
Pasaría el tiempo. Ella creció y tuvo que irse a otra ciudad.
Pero, de vez en cuando, volvía a su pueblo. A sentir la calidez de la sonrisa de su madre y la mano de su padre . Que ya no le parecía un gigante ( los años pasan para todos ). Pero seguía siendo bueno, muy bueno. Tan bueno como el de la foto
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