miércoles, 8 de abril de 2015

GABRIELA MISTRAL

                                           


 Nacida el 7 de Abril de 1889, Fué bautizada como Lucila Godoy Alcayaga. Era hija de un profesor y tenia, por parte de madre, raices vascas.
Nació en Vicuña ( Chile ) en una casa que hoy es un museo dedicado a su memoria.
  Entre los tres y los nueve años vivió en Montegrande. Ella consideró el lugar como su paraíso perdido. Allí aprendió a leer, con unos versos de su padre.
 A los 15 años se enamoró, por primera vez, de un  de Alfredo Videla. Este era adinerado y tenía veinte años más. Con este se carteó año y medio. Sus cartas se conservan y son un modelo de amor apasionado.
 En 1906 conoció a Romelio Ureta, empleado de ferrocarriles. A él dedicó sus primeros sonetos de amor. Sonetos tristes , pués él se suicidó por problemas económicos.
  Comenzó a trabajar, como profesora ayudante, en la escuela de La Compañía Baja en La Serena.
 Desde allí envía versos a la prensa local.
 En 1908 se trasladó a la escuela de La Cantera.
 Había ejercido sin título, dados sus impresionantes conocimientos, ya que no tenía dinero para sacarlo. Dos años más tarde lo obtendría en Santiago. Esto le valdría la inquina de sus envidiosos y clasistas copañeros.
 En 1914 obtiene el primer premio en los Juegos Florales de Santiago de Chile por los Sonetos de la Muerte. Comienza a usar el pseudónimo que la hará inmortal.
   Tres años después ya aparece, en las antologías, como una gran poetisa chilena.
 Es nombrada Inspectora del Liceo de Señoritas de La Serena. Visitó México y Puerto Rico para investigar sus métodos pedagógicos.
 En 1920 inicia una relación, que la marcará, con la escritora Laura Rodig. Durante su estancia en La Araucania conoce, y tutela, a un joven que será conocido como Pablo Neruda.
  Dos años después aparece su obra desolación, publicada en Nueva York por el Instituto de las Españas.
 Es invitada por el gobierno mexicano y se va con Laura. Allí publica Lectura para Mujeres. En Chile aparece la segunda edición de Desolación y en España una antología poética suya.
  Tuvo que salir de Chile, por la convulsa situación política, y trabajó como secretaria en la Liga de Las Naciones.
 En 1924 publica en Madrid, con gran éxito, Ternura.
 Su madre muere en 1929. Ella le dedica su Tala.
 Comienza su vida de exiliada errante. Estuvo en Puerto Rico y Nicaragua ( reclamada por Sandino )
 En los próximos veinte años estuvo en Centroamérica de Cónsul chilena.
  También trabajó de traductora en Europa.
 En 1945, siendo cónsul en Brasil, recibió la noticia de que había sido premiada con el Nobel de Literatura. A finales de año fué trasladada, como cónsul, a Los Angeles ( EE. UU ) Allí, y con el dinero del Nobel, se construyó una casa. Y conocería a la escritora norteamericana Doris Dana - con la que estableció una relación sentimental que duraría hasta su muerte.
 En 1953 pide traslado - y le es concedido - a Nueva York para estar con Dana. Esta negó su posible relación homosexual, pero la correspondencia cruzada indica otra cosa.
 Al año siguiente Gabriela recibe honores gubernamentales de Chile. Con ella iba Doris Dana como secretaria.
 En Santiago es recibida con honores militares y es nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Chile.
 Después volvió a Estados Unidos y allí se quedó ( en Nueva York ) y se instala en Long Island por Doris - a pesar de desagradarle la mentalidad y el clima norteamericanos.
 El 10 de Enero de 1957 moría de un cáncer de páncreas en el hospital Hempstead, en los brazos de Doris. Hoy se le considera la madrina de las letras iberoamericanas y la madrina artística de Pablo Neruda y Octavio Paz.
   De entre la ingente y magistral obra ( de esta mujer libre), sirva este poema - de Gabriela -,  como tributo a una enorme artista, que dedico a mi musa



                       


                                     Amo amor



Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, 
late vivo en el sol y se prende al pinar.
 No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar! 

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave, 
ruegos tímidos, imperativos de mar. 
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave: 
¡lo tendrás que hospedar! 

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas. 
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar. 
No te vale decirle que albergarlo rehúsas: 
¡lo tendrás que hospedar! 


Tiene argucias sutiles en la réplica fina, 
 
argumentos de sabio, pero en voz de mujer. 

Ciencia humana te salva, menos ciencia divina: 
¡le tendrás que creer! 

Te echa venda de lino; tú la venda toleras. 
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
 Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras 
¡que eso para en morir!









 




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