jueves, 7 de marzo de 2019
MIRADA DEL ENEMIGO
Hacía calor. Un calor pegajoso y oscuro.
Y olía a odio. Un odio putrefacto. En aquel
sótano, sólo iluminado por un débil rayo de sol,
no había lugar para lo que no fuera odio. Odio,
miserable y desesperado..
Estaba sentado tras la mesa. Acababa de dis -
parar su revólver en la sien de un prisionero.
Y no había sentido nada. bueno. Había sentido
desprecio y frialdad. A esas alturas de la
Guerra Civil no había lugar para otros sen -
timientos. El horror lo envolvía todo.
¿ Quien empezó todo ?. Que importaba ! Lo peor
de los españoles se había desatado y pedía sangre.
Aquella habitación retumbó ante la orden de él:
- el siguiente !
Entonces apareció su amigo de antaño. Pero no
parecía él.
Magullado , y casi inconsciente, iba arrastrado,
por las axilas, por dos hombres armados - corre -
ligionarios del siniestro pistolero.
- Aquí te traemos a este cabrón. No hemos podido
sacarle nada. Dale jarabe de plomo.!!
Entonces él sacó, mecánicamente, su revólver.
So antiguo amigo lo miró con la resignación de quien sabe que va
a morir.
Sólo le sorpredió que fuera el que había compartido con él tantas
tardes de fútbol, tantas colas de cine, tantos bailes en busca de chicas.
Pero eso había sido antes de la Guerra, antes del Odio.
Entonces apretó el gatillo contra esa sien y sintió que algo moría dentro
de él. Algo irrecuperable.
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