Mi relación con los libros es intensa y viene de largo.
Empezó en mi más tierna infancia. Leía, por entonces, Ben - Hur, Miguel Strogoff y El último mohicano. Con once años compré mi primer libro ( en un Quiosco que había cerca de un cine, otra de mis pasiones ) Siempre me gustó que me contaran historias interesantes. Historias que no fueran la mía . De esta, por insatisfactoria, pretendí huir. De esta huida condenada al fracaso - ahora lo sé - me quedaron una pequeña frustración y una biblioteca. Una biblioteca que llegó a ocupar tres habitaciones y que ahora apenas ocupa tres estanterías.
Pero no importa. Todos los libros fueron leídos y dejaron, en mí, su huella. Fueron ( y siguen siendo ) compañeros de una lealtad inquebrantable: maestros vitales y camaradas de guerra. Nunca me traicionaron. Jamás me abandonaron. Cayeron, heroicamente en manos desaprensivas de quienes no los valoraron. Pero ya habían cumplido su función. Me enseñaron a vivir. Ninguno tuvo desperdicio. Incluso aquellos que no me gustaron. Estos también fueron maestros, de alguna manera. Me enseñaron que no debía de releerlos.
Por eso, hoy, quiero prestar un sentido homenaje a mis amigos los libros. Los que han sido y los que son. Mis libros. A partir de ahora he decidido no sólo cumplir años - circunstancia ineludible - sino también libros
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