Corrían los años noventa y andaban en su mitad cuando el que suscribe encontró el "Dublín". Ocurrió un domingo de fútbol, triste y otoñal, cuando me encontraba a la búsqueda de un refugio en el que desayunar. Parece tarea fácil, pero es que eran las cinco de la tarde. Es lo que tiene el trabajo nocturno y el vivir de pensión lejos del centro.
Y allí estaba. C/ Panaderas nº 50. Nuevo, pintado de verde, con preciosas cristaleras. Además estaba al lado de la parada de autobús- lo cual se agradece si uno tiene la movilidad reducida-. Entré. ¡No tenía tv! y a esa hora estaba bastante vacío. Me senté junto a la cristalera y pedí un desayuno. Una camarera de bandera, de caderas incontestables y voz de "blues" me lo sirvió. ¡ Por fin !, había encontrado mi sitio.
Era un paraíso con música realmente buena: El blues de Van Morrison, el Jazz de Satchmo o la música irlandesa de The Chieftains. El local estaba dirigido por gente joven muy amable. Eso sí, no podías ir con prisa.
Cuando dejé el trabajo nocturno iba a leer la prensa los sábados por la mañana. Por un café podías leer los cinco periódicos mas importantes. También comencé a quedar con mis amigos, pues era un lugar ideal para la tertulia, con la música en su volumen adecuado. Allí discutía sobre la vigencia de Keynes, la última novela histórica, la táctica de Napoleón en Austerlitz o el número de planos de "Psicosis" en la escena de la ducha. Todo ello a la espera de la famosa tortilla que, en media hora se acababa.Todo era posible en el "Dublín". Incluso, en cierta ocasión, una sirena atravesó la cristalera, se zambulló en mi descafeinado y, de allí, paso a hacer largos en mi corazón. Cosas que solo podían pasar en aquel sitio. En otra ocasión casí fuí agredido por la tripulación de un buque de la U.S. Navy, que a las tres de la tarde ya se habían bebido toda la cerveza de la ciudad.
Igual que en Irlanda, había un "Dublín" real y otro mágico, literario. También leía y allí me atreví a empezar a escribir. El ambiente era propicio. Incluso cuando me compré mi primer Netbook y pusieron Wifi lo estrené allí.
De todos los camareros y propietarios que pasaron por allí uno, especialmente, era el símbolo del local. Hablo de Lito. Amable, taciturno, serio, culto,él era el "Dublín". Casi sin conocerme me evitó guardar una larga cola en un concierto de Jazz, salvándome con una invitación. No sé que pasó, pero hace unos pocos años Lito, con otros compañeros, se fué y abrió el "DeLito", a pocos mentros. Esto, acompañado de la invasión de la tv en el local, marcó el declive del pub. Yo me trasladé al "DeLito", aunque ocasionalmente visitaba "mi" antigua casa. Pero ya no lo era. Con la llegada de la MTV desaparecieron los periódicos. Aunque Fernando intentó mantenerlo a flote, se fué quedando solo. Porque aquello no era solo un local, era un mito. Y los mitos no sobreviven a los cambios. Ni los "Bloomsday" ni los "San Patricios" eran los mismos. Y entonces llegó el último día. Por lo oído fué un cierre con mal estilo. En fín, el "Dublín" ya no existe, pero han sido mas de quince años maravillosos. No lo olvidaremos. Por ello me he puesto, para escribir este homenaje, de fondo a Van Morrison cantando "Brown Eyed Girl".
"Oye, ¿a donde hemos llegado?
Aquellos días lluviosos.
En nuestro escondrijo,
jugando a un juego nuevo.
Riéndonos y corriendo,
dando brincos y saltando.
Entre la niebla de la mañana con
nuestros corazones latiendo.
Mi chica de ojos marrones.
Tú, mi chica de ojos marrones".
Aún cierro los ojos y puedo oirla, recibiéndome al entrar, entre el aroma del café, en el "Dublín".
Querido Leonidas:
ResponderEliminarMe gusta como has escrito esta entrada.
Yo frecuenté bastante el Dubín en sus comienzos, me fascinó su estilo diferente y su clase, además de su ambientación.
Lo que no sabía es la relación entre el DeLito y Lito, ahora entiendo el nombre. También lo conozco por Pedro Ramos que nos llevo allí un día al terminar el curso de escritura en Bellas Artes. Otro sitio que resulta original y con ambiente.
Un fuerte abrazo.
Querida Chela. Al final parábamos todos por los mismos sitios, aún en épocas distintas. Es una pena que no pudiéramos compartir unos cafés allí. Por cierto, ya que mencionas el museo, se me olvidó reseñar otra de mis experiencias en el "Dublín".Durante ocho meses, en dos ocasiones distintas, trabajé en el museo- el mejor trabajo que he tenido nunca- e iba al pub a tomar el café de media mañana. Era otra deliciosa experiencia. Un abrazo
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