Cuando murió Franco yo acababa de cumplir los diez años. En esa época pasaba las noches de los sabados con mis abuelos, para que mis padres pudieran disponer de una noche "sin hijos" al menos una vez a la semana. Para mí era una fiesta. La disciplina en la casa de mis abuelos era mucho mas relajada que en la de mis padres. Podía ver la tele hasta la hora que quisiera o hasta que el sueño me venciera, que solía ser mas pronto que tarde. Además me despertaba sin prisa y mientras mi abuela preparaba aquellos tazones de cola-cao tamaño piscina me cambiaba de habitación para hablar con mi abuelo. Mejor dicho, para escuchar a mi abuelo. Para escuchar sus "batallitas" de la guerra civil que, ingenuamente, me fascinaban. Me hablaba de la batalla de la Loma de Pando; de los moros; de los bombardeos; de aquel oficial casi adolescente que pasó una noche en tierra de nadie, destrozado pidiendo entre lamentos que lo mataran; me hablaba del odio que había visto en tirios y troyanos; del dia en que la artillería enemiga casi le arranca las piernas en la estación de Grado..... Y al final, siempre me decía. "Una guerra civil es lo peor que hay." y terminaba "Nunca más, nunca más.......". Era su forma, un tanto brusca de prevenirme contra semejante horror.
Pasaron los años y con quince me metí en política. Y fuí un extremista. Muy extremista. Mi mundo se dividía en buenos y malos. Los míos y los otros. Así pasé una decada larga. En la edad en la que debe hacerse. En la primera juventud, donde todo es puro, incluso el odio. Y mi abuelo me seguía diciendo "...nunca más, nunca más....." y yo ya no le entendía.Como tampoco entendía la transición y que aquella sociedad hubiera enterrado sus odios. Pero afortunadamente otra pasión me acompañó aquellos años. La lectura. Y la lectura curiosa de todas las tendencias políticas. Y comencé a entender a mi abuelo. Afortunadamente me fuí alejando de aquel mundo de certezas peligrosas y elegí, o me eligieron ellos a mí, a mis amigos entre los de la trinchera de enfrente. Y entonces descubrí las zonas de sombra, los matices, la infinita gama de grises. Mantuve largas conversaciones políticas con algunos de ellos-todavía lo hago- y me enriquecí, y me gustaría creer que ellos también lo hicieron. Y volví sobre la guerra civil. Y lo que me había exacerbado me producía ahora una inmensa pena. ¡Que matanza mas horrible!, ¡Que fracaso colectivo!, ¡Que vergüenza!. Pero mi abuelo ya no estaba para decirme: Ya te lo advertí.
Y en esto surge un individiduo que, setenta años después, todavia está traumatizado infantilmente por los demonios familiares. Ese individuo inmaduro nos gobierna. Y en lo peor de la peor crisis económica de los últimos cincuenta años se ocupa de ganar una guerra que terminó hace siete decadas, manipulando, además el legítimo derecho de los familiares de los vencidos a verse reconocidos. El problema es que la historia no da marcha atrás. Los procesos involucionistas son peligrosos y fracasan siempre.
En la transición los españoles hicimos un pacto. No mirar atrás. Desterrar el odio que habían provocado cuatro guerras civiles en 150 años- se dice pronto- y avanzar hacia la reconciliación. Por eso yo pude tener amigos a quienes hubiera odiado y quien sabe si matado o muerto a sus manos en épocas anteriores.
Por eso este nefasto señor, acompañado por una corte de hijos de franquistas que harían las delicias de Freud, ha provocado que en nuestras cafeterías y bares se empiece a discutir, a voz en grito veces, sobre la guerra civil. En un país que es uno de los mas ignorantes del mundo en cuanto a su historia. De momento la cosa no ha pasado a mayores, pero se está jugando con fuego. Se dirá que no es lo mismo, es cierto. Se dirá que aquello no puede volver a repetirse, ojalá. Lo que yo se es que aquel ambiente de la transición se ha perdido ya, y eso no es bueno. Las dos bandos son hoy mas claros que en los setenta y ochenta.Vivimos una suerte de guerra civil fría, cada vez mas acusada.
Pisamos tierra de España.Tierra sagrada de España. Que es sagrada no por unidades de destino esotèricas. Es sagrada porque guarda nuestros muertos; los de uno y otro bando. Es sagrada porque nosotros, en un momento de locura colectiva, la convertimos en un inmenso cementerio que se tragó a toda una generación, la de nuestros abuelos. Y como correspoden a quien pisa tierra sagrada, deberiamos guardar respetuoso silencio mientras escuchamos la voz de quienes ya no pueden hablar y que, con toda seguridad nos dirán: "Nunca más...una guerra civil, nunca más."
¡Magnifico post! Estoy totalmente de acuerdo que estamos en una especie de Guerra Civil Fría, que tropieza por un lado con mucha ignorancia histórica, y por otro con la falta de comprensión de un sector que pudiendo enterrar y honrar a sus muertos se olvida que otros no han tenido un lugar ni un reconocimiento para los suyos.¡Siendo todos españoles!¡Todos hermanos!Cada uno con sus ideales, todos dignos de respeto.Te podría contar...
ResponderEliminarAyer acabe de leer "Soldados de Salamina" de Javier Cercas, me gustó mucho. Supongo que tu ya lo habrás leido, caso contrario, te lo recomiendo.
Un abrazo.