domingo, 23 de agosto de 2009
D. FRANCISCO Y PAQUITO
Todos dicen que D. Francisco es muy estirado. En el ecuador de la cuarentena es un tipo de èxito, de eso no cabe duda. Ejecutivo de una compañía de telefonìa multinacional, soltero de oro en su entorno y propietario de un dùplex de lujo y un chalé en la playa. Conduce un Porsche 911 en el que sube a sus "reales hembras" con cuerpos explosivos y mentes, eso si, no muy desarrolladas, ¡No vaya a ser.....¡.Adicto a la raya diplomàtica y ocasionalmente a las otras. Acaba de afeitarse la cabeza para adelantarse a su calvicie y todos sus empleados le mienten
sobre su aspecto. Pero a él le da igual, conecta el mp4 de su coche y pone "hip hop" a todo volumen.
Lo que nadie sabe (la información es poder) es que D. Francisco, a menudo, echa de menos a Paquito. Paquito era un niño allá por los años setenta, muy raro y muy inquieto, que se escapaba de su exclusivo internado para estar solo y que un dia , en una de esas aventuras, entró en una biblioteca. Era un edificio señorial de piedra, con una gran escalinata que subia a una gran sala con maravillosas vitrinas y que olía a papel antiguo y a madera señorial. Varios pisos de estanterias formaban marcialmente detrás de las vitrinas, esperando òrdenes. Y entonces la aventura de Paquito tocó puerto.
Allì iba todas las tardes, vigilando que nadie lo siguiera, ni compañeros ni curas.
Y entonces, nerviosamente cogía uno de aquellos libros y comenzaba a leer. Y viajaba a los mundos de Stevenson, London, Salgari, D´amicis, Cooper, sin moverse del asiento, aunque eso si, moviendo nerviosamente las piernas por llegar al final.
Pero el tiempo pasó, la universidad y luego el trabajo llegaron y Paquito fue dejando paso a D. Francisco.
Hoy es domingo, otro domingo más. Son las nueve de la mañana y la sensual compañera que ha calentado sus sabanas acaba de irse,para, seguramente, no volver jamás. D. Francisco se ducha, se pone unos vaqueros viejos , una sudadera que ha conocido tiempos mejores y se calza unos tenis. Coge su mochila de piel y baja canturreando. Se despide de su portero de siempre y recorre los cien metros que le separan de su desayuno. Entra en la cafeteria "de los domingos". Es esta un establecimiento modernista con mucha solera. Huele a cafè y madera señorial. A esas horas está casi vacía. Solo algún grupo de adolescentes derrotados por el cansancio aguantan en silencio en una mesa. En la barra algún temerario desayuna su cazalla. Entonces D. Francisco se sienta en "su mesa". Saluda al rey de la pajarita. Pide un descafeinado de máquina doble, un croissant y un vaso de agua con hielo; y nerviosamente saca de su mochila su tesoro: Stevenson, London, Salgari, D`amicis, Cooper, con suerte primeras ediciones. Y empieza a viajar sin moverse del asiento, aunque eso si, moviendo nerviosamente las piernas por llegar al final.
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Te sigues superando, muy,muy bueno, espero con impaciencia tu próximo relato.
ResponderEliminarExcelente foto del "Majestic" de Oporto.
Muy bueno... sí, señor... muy bueno. ¡¡Me ha encantado!!
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