Varios turistas argentinos masacrados, el Martes de Halloween, en Nueva York. Ese fue el último - hasta el momento - resultado del terrorismo islámico.
Ocho turistas argentinos muertos y doce heridos, todos antiguos compañeros de estudios ( con una amistad que venía de treinta años atrás ), habían decidido ir a Nueva York. Fueron a pasear ( en bici ) por Manhattan., para disfrutar del Halloween
La tarde otoñal era agradable. Muy agradable. Querían comprar regalos para sus familiares.
En pocos segundos sus cadáveres, junto con los regalos ensangrentados, quedaron desparramados.
Una furgoneta los fue atropellando. Uno por uno. Iban paseando por la orilla del río Manhattan.
De allí fueron trasladados, junto con otras víctimas, a dos hospitales cercanos. Pero, para ocho de ellos, fue tarde. Los otros doce sobrevivieron de milagro.
El atentado fue obra de un monstruo fanatizado que lo planificó durante semanas. Un uzbeko que entró en el país mediante la lotería migratoria. Pero ese no es el problema. El problema es que el enemigo ya está dentro de nuestros países. De nuestras ciudades.
El de Nueva York había sido adiestrado - por Internet - por el Estado Islámico ( Aviso a la Policía y a los Servicios de Inteligencia: ¡ Cuidado con la Red!. Puede ser un arma mortal en manos de los enemigos de nuestra forma de vida ). Así hemos visto como esta celebración de la Amistad a terminado en una tragedia causada por el odio. Las víctimas eran de los nuestros. Podíamos haber sido nosotros.
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