Habíamos quedado en una tetería que nos gustaba a los dos. Tenía televisión pero la ponían con el volumen muy bajo. Yo llegué antes que tú y pedí un té. Había nubes pero pocas y no amenazaban lluvia. Parecía que anunciaban algo bueno. Y así fue. Al poco llegaste tú. Pero algo no iba bien. Tu cara de sufrimiento lo decía todo.
Te sentaste y, precipitadamente, pediste otro té. Tu sufrimiento se agudizaba. Lo noté.
Te pregunté, preocupado y me respondiste: no es nada; es la regla. Estoy mal pero se me pasará. Pero si estoy aquí es por ti. Tengo ganas de meterme en cama. ¡¡Y sola!!
Me sentí halagado y preocupado, al tiempo. Como cualquier hombre, en un caso así, no supe que hacer. Me limité a preguntar como un gilipollas: ¿ puedo hacer algo ?.
Tu moviste la cabeza, negativamente, y apretaste mi mano.
En ese momento, en la tele, se oyó una voz en un anuncio de compresas ( planos fundidos en blanco, mujeres lánguidas y dulces. Y alguien preguntó:
¿ A que huelen las nubes ?¿ A que huelen las cosas que no huelen ? Inolvidable. Parecía que los publicistas de los anuncios de tampones y compresas vivían en otro mundo; todo era limpieza y confort. La menstruación como tabú )
Tú dejaste escapar un grito ahogado y respondiste:
-!! a tu p..... madre!!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario