En 1958 protagonizó y financió su propio desafio; Los Vikingos. Un film a medida de sus mágicas dotes interpretativas y una muestra, justificada, de fe en si mismo.
El resultado fue un enorme éxito de crítica y público que encumbró, todavía más, a este icono del Hollywood clásico.
A continuación rescató la figura de su amigo, el guionista injustamente represaliado por el siniestro senador Joseph McCarthy, Dalton Trumbo.
Con este gesto el valiente Douglas se enfrentó, y venció, a la reaccionaria ( y cobarde ) industria cinematográfica estadounidense.
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