viernes, 5 de octubre de 2018

MIS CHINOS Y YO. UN DOMINGO

 Ocurrió uno de los últimos domingos. Anteriormente ya había observado, en mi vaso de plástico, un poso sospechoso de color oscuro. Intenté limpiarlo, pero nada.
 Iba inmerso en mis cogitaciones matutinas - por la Calle Real de Ferrol - cuando, al iniciar mi recorrido tetero dominical, me encontré este establecimiento abierto ( Sólo los chinos se atreven a abrir un domingo y tan temprano ). Enseguida me acordé de una amiga, de Coruña, de la que nos reíamos por su dependencia de este tipo de establecimientos.  Será una venganza del destino ,pensé,
   cuando reparé en que podía tener el vaso que necesitaba.
 Me detuve ante la puerta. No pude entrar pues la palabra accesibilidad no debe de  tener traducción al chino.
 Pero no importó. De inmediato salió una oriental a atenderme. Eso sí: su amabilidad y aspecto afable eran comparables a los de un portaaviones japonés a punto de atacar Pearl Harbor.
 Con más miedo que vergüenza intenté hacerme entender. Parece que lo conseguí. No sólo pude evitar que la mal encarada señora se convirtiera en un enfurecido samurái, sino que me entregó diez vasos de plástico por 0`80 Euros.
 Aliviado por esto - y por salir con vida de ese trance - ni se me ocurrió quejarme por la poca adaptibilidad del local. No fuera a ser que la sujeta de ojos rasgados fuera a sacar una Katana para emplearla conmigo.
 Ahora que me doy cuenta. Estoy confundiendo a los chinos con los japoneses. Da igual. Los dos son amarillos y tienen los ojos rasgados. No miran, sospechan.
 Además os juro que esta me recordó a un samurái cabreado.
 Antes de terminar me gustaría dedicar este relato a la amiga de la que nos cachondeábamos en Coruña. Nunca más , Carmen Mª, nunca más. Y este es el relato de mi aventura dominical con los chinos.


                                   
Foto del autor para ilustrar el relato

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