Cadáveres carbonizados flotaban en las aguas de Hiroshima. Esta había sido una ciudad muy animada, en otro tiempo. Ahora era un cementerio con olor a carne quemada. La bomba más destructiva había arrasado la ciudad japonesa: la bomba atómica.
Hoy, setenta años después, vuelve a ser una metrópoli animada. Pero las cicatrices siguen en la memoria de las víctimas - entonces niños o adolescentes y ahora ancianos - como los supervivientes del infierno del millón de grados centígrados que se desataron sobre el centro de la ciudad.
Eran las ocho y cuarto de la mañana del 6 de Agosto cuando el bombardero Enola Gay - con el Teniente Coronel Paul Tibbets soltó el apocalíptico artefacto que estalló a 600 mts. del suelo.
Los edificios de piedra, algunos, permanecieron en pié, aunque destrozados.
En sus maltrechos muros quedaron impresas, como negativos, la sombra de las víctimas.
La onda de choque inicial se extendió a 1. 5 Kmts por segundo
El hongo nuclear se elevó hasta los 16 Kmts.
Entre el bombardeo y la radiación posterior murieron unas 140000 personas ( la cifra varía según las fuentes consultadas ).
Los supervivientes se encontraban a más de un kilómetro del estallido.
Estos recuerdan, aún hoy, con horror, los cuerpos muertos sembrando la ciudad y a los supervivientes - como ellos - vagando, perdidos y destrozados, por aquel horror.
Pero la pesadilla no había terminado. Las quemaduras y las heridas darían paso al cáncer . Los futuros niños nacerían con malformaciones.
Los supervivientes fueron discriminados por el absurdo y cruel miedo al contagio.
Tres días después ocurrió lo mismo en Nagasaki.Aquí murieron 74000 personas.
Setenta años después todavía se sigue debatiendo sobre el ataque. Desde aquí creemos que hoy no es el momento de contribuir al mismo. Es el momento de recordar a las víctimas de esta terrible matanza.
Y, por ello, les dedico esta entrada. A ellos, porque las víctimas son unos de los nuestros
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