A primera hora el piloto se enfundó su traje de vuelo. Desde hacia muchos años lo había convertido en su segunda piel.
Con él puesto se dirigió a desayunar. Lo hizo mecanicamente, con cierta prisa. Tenía que reunirse con el jefe de su Escuadrón de Reconocimiento antes de salir.
Este lo recibió afable. Afable pero serio. En la reunión se respiraba tensión; tensión por un presentimiento que flotaba en el ambiente. Un mal presentimiento del que ninguno se atrevió a hablar.
Sólo hablaron del plan de vuelo y del objetivo a fotografiar.
Unicamente su oficial superior se atrevió a sugerirle´pués lo conocía:
- Antoine: deja alguna cámara en tierra y carga más munición. Podría hacerte falta
- Si señor, mintió
No estaba dispuesto a que el objetivo fuera mal fotografiado por falta de cámaras.
Tras estrechar la mano de su superior, y hacer el saludo militar, se despidieron.
Antoine se dirigió a su avión, en la pista. Allí estaba su P -38, esperando reluciente.
- Buenos días Pierre - se dirigió a su mecánico.
- Buenos dias, señor.
- ¿ Todo bien ?
- Todo como ordenó. Por cierto, ¿ Podría dedicarme un ejemplar de su libro ?. Es que es muy bueno
- Después, Pierre, después. Ahora vamos a lo que vamos
Se introdujo en la cabina de su avión, no sin dificultad. Las fracturas de los accidentes del pasado comenzaban a pasarle factura.
Pero, con la ayuda de Pierre lo consiguió. Comprobó los niveles de combustible y el estado del cuadro de mandos. Todo correcto.
Seguidamente se dirigió a su mecánico:
- Pierre, ahora te firmaré el libro
- El mecánico se lo iba a acercar pero, en el último momento, se lo pensó.
- Es igual, Señor, ya lo firmará a la vuelta. Ahora tiene otra preocupación
Antoine respondió con una carcajada que heló la sangre de su mecánico
Seguidamente Saint Exupéry despegó. Hacia la gloria y la inmortalidad.
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