Apareció bellísima, iluminada por una luz que le salía de dentro: a través de su sonrisa. Me había dicho, con antelación, que iba a venir. Además su visita no interrumpió ninguna de mis actividades: más bién al contrario. Las reforzó todas.
Fuimos a tomar un té a la cafeteria del Hospital Arquitecto Marcide. Me vino a la memoria la magnífica película Té y Simpatía. Y, además, esta vez no me dió ningún ataque epiléptico . Se lo debía pués, en el último estaba ella.
La mañana transcurrió rápido.Como todo lo bueno, pasó pronto. Después me acompañó al CAMF , de regreso, ( ya era la hora de comer ) y nos despedimos. Pero, cuando se fué, me dejó su luz. Una luz que todavía me ilumina
Hospital Arquitecto Marcide, en cuyo bajo se encuentra la cafetería |
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