Fue el 28 de septiembre, estaba hablando con Jero, el de los capotes, cuando abrieron la plaza. Entré con mi abono recién adquirido y vi una rampa que subía girando a la derecha. No vi a nadie más. Nadie me guio ni me dijo dónde debía colocarme.
Para prevenir el calor había comprado en el bar una Coca Cola fría y unas patatas fritas. Tuvo que ser el chico del bar el que me indicara cómo llegar a mi palco. Este se encontraba, sin opción a elegir, en la zona de Sol. Eran las cinco y media de una típica tarde andaluza. El sol golpeaba implacablemente. Menos mal que un alma caritativa desplegó un toldo sobre nuestras cabezas.
A punto de empezar uno de los mozos de la plaza se acercó a mi y se presentó. Era simpático y espabilado. Me preguntó de dónde era ya que no me conocía. Le dije que era gallego y me sonrió irónicamente.
Enseguida, aún no se había completado el aforo, se oyó una música y comenzó su desfile por la arena la Banda Municipal de Pozoblanco.
Tocaron dos pasodobles, "Manolete" y "Suspiros de España". Y para finalizar, con el público puesto en pie, interpretaron el Himno Nacional.
Después de que el personal de la plaza rastrillara la arena se refugiaron tras la barrera. Siguió el paseo de los alguacilillos y el paseíllo de las cuadrillas; después estas se fueron y el torero Enrique Ponce (que se retiraba tras esa faena) apareció. El respetable prorrumpió en una estruendosa ovación.
Entonces, mi amigo Paco, el mozo, se dio la vuelta hacia mi y socarronamente me espetó:
- Eh, gallego, en tu tierra esto no lo tenéis, ¿no?
A lo que tuve que responder resignadamente:
- No, Paco, no.
Ponce se colocó en el centro del albero y saludó al público. Vestía de azabache y blanco. Lo demás fue arte. Arte y emoción. Aquella plaza que para mi hasta ese momento solo había sido la tumba de Paquirri se convirtió en un escenario en que la muerte y el valor se unieron al arte para ofrecerme un espectáculo inolvidable.
Respeto que haya gente a la que no le gusten los toros. Yo pasé una tarde emocionante. El arte no se puede explicar. Se siente o no se siente. En ese momento me prometí volver a disfrutar de más ferias.
Fui a más corridas, de las que ya hablaré, pero esta fue inolvidable. En la feria de Pozoblanco aquel 28 de septiembre.


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