Fue una tarde de sábado, de esas en las que me gusta acercarme por mi Coruña y ver sitios que no había visitado cuando vivía allí. Los que me conocen saben que me gusta programar con antelación las cosas y sabía que aquella tarde me tocaba visitar la Casa Museo de Picasso.
Pablo Picasso vivió en Coruña entre1891 y 1895, es decir de los 9 a los 13 años. No es mucho, lo sé, pero los coruñeses somos así, presumimos de todo. Incluso la zona donde está la Casa Museo se denomina Distrito Picasso. Por eso tenía que ir.
Picasso vivió en Coruña porque su padre, José Ruiz Blasco, obtuvo una plaza de profesor en la Escuela Provincial de Bellas Artes de la Coruña. Allí Picasso perfeccionó su habilidad como dibujante e inició su carrera como pintor con su primera exposición individual.
En el número 14 de la calle Payo Gómez se encuentra un museo y encima la casa donde vivió la familia Picasso. A esta no pude subir ya que no estaba adaptada. "Es muy antigua", me dijeron. No entiendo como una casa del siglo XIX no está preparada y la de María Pita del siglo XVI sí.
Sea como fuere, en el bajo de la casa de Picasso había una exposición temporal de pinturas collage de Manuel Silvestre. Esa parte sí estaba adaptada, por lo que aproveché para ir disfrutando de las obras de Silvestre.
En un discreto lugar, detrás de una mesa, estaba un joven ordenanza al que me presenté y que resultó llamarse como Picasso, Pablo. Me habló de la exposición y me señaló detalles que a mi se me habían pasado por alto. Descubrí que era culto y con conocimientos de arte, no en vano era licenciado en Historia del Arte. Aprovechando que no había nadie más en la sala, estuvimos hablando de arte, de Picasso, y una cosa llevó a la otra, acabamos hablando de jazz.
Resulta que los dos éramos fanáticos de esta música. Él me recomendó un tema de Coltrane que yo ya conocía y yo le recomendé otro de Charlie Parker que él no conocía y que me prometió buscar. Le hablé de lo mal que me sentaba que la Casa de Picasso no fuera accesible para discapacitados y me dio la razón.
Fue una tarde muy agradable, una charla entre dos aficionados a la pintura y al jazz (o sea, dos frikis). El tiempo pasó volando y yo tuve que irme porque quería aprovechar el poco tiempo que me quedaba antes de que vinieran a recogerme para visitar otros lugares de mi ciudad, antes de que me mude al sur. Luego volví a Ferrol. Guardo un gran recuerdo de aquel día, no solo por la exposición temporal (muy interesante), sino por la conversación que tuvo lugar una tarde con Pablo.
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