Parece que fue hace mucho. Y fue
este verano. Fue una mañana de fin de semana.
Una mañana de té y lectura. Una mañana relajada en una de mis cafeterías ferrolanas preferidas - el Skada-.
Mirar el reloj, tras la farola y la enredadera, suponía un alto relajante en mi lectura.
En ese momento el tiempo se detenía. Una mirada - a la entrada - me mostraba la vida. La Calle Magdalena.
Luego volvía a mi vida ficticia; la de papel. Mi imaginación hacía que volviera a vivir la vida de otros.
En el tiempo de otros.
Después la vista volvía a escaparse al reloj; a la enredadera. El tiempo pasaba y tenía que irme.
Terminaba mi té y guardaba el libro.
Volvía a las calles ferrolanas y a ser yo; pero otro yo. Había estado en el Skada.
Allí el té sabía mejor. La lectura también. Y todo había sucedido en el Skada.
Pero luego llego el Covid - 19 y ......
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