Aquella noche habìa sido màgica. La noche en el Hostal El Refugio - en las cercanìas de Madrid -. Ninguno sabìa como habìan llegado allì. Tan sòlo recordaban retazos de aquella velada. Ambos recordaban el sabor de la piel del otro. Y su tacto....
Durmieron poco, por no decir nada. La pasiòn los habìa acompañado toda la noche. Una noche inolvidable. Tenìan que repetirla, se dijeron.
Comenzaba a clarear cuando cogieron el tren. Y volvieron a besarse. En un momento dado ella le dijo:
- Si alguna vez dejo de besarte preocùpate; querrà decir que he dejado de amarte apasionadamente.
Èl sonriò. Sabìa que eso no iba a pasar. Tenìa demasiado grabado el sabor de ella. La pasiòn que sentìa lo tenìa enganchado. Y, ademàs, se estaba convirtiendo - a pasos acelerados - en amor.
Ella se percatò, brevemente, de que un hombre ( de rasgos àrabes ) habìa subido al vagòn y comenzado a recitar lo que parecìa una plegaria, a la vez que dejaba una mochila en el suelo. No le diò importancia. Estaba demasiado ocupada devoràndose con su chico a besos.
En un momento dado - algunas paradas despuès - tuvieron que parar para coger aire. Ella se diò cuenta de que el moro ya no estaba. Pero sì su mochila. Su hombre la cogiò, tiernamente, de la cara y volvieron a besarse. A lo lejos se aproximaba la Estaciòn de Atocha.
De repente una luz cegadora y un estruendo mortal, convirtieron el Paraìso en un Infierno. Era el 11 de Marzo de 2004
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