miércoles, 29 de octubre de 2025

UNA VISITA A MEDINA AZAHARA

 


Era una noche clara. Lunera, diría el poeta.

Estaba yo visitando Medina Azahara cuando lo vi. Allá a lo lejos paseaba a lomos de su caballo. Iba envuelto en ropas claras y delicadas. La figura era tenue, casi traslúcida. 

Me miró y sonrió.

No había nadie más a esa hora, solo yo y mi guía. A este me refería cuando dije:

- ¡Allí, Rafa! ¡Es él! ¡Mira!

- ¿Dónde? ¿Quién?

- ¿No lo ves? -insistí.

- ¡No veo nada, Fernando! Allí no hay nada.

- Pero... 

- A ver si te está sugestionando la leyenda...

- ¿Qué leyenda?

- La que te estaba contando. ¿No me escuchabas? Dicen que Abderramán III, el Príncipe Emigrado, estaba tan enamorado de su obra, Medina Azahara, que, desde su muerte, todas las noches claras se aparece su fantasma, montado en su caballo, para aliviar su pena. Pero nadie lo ha visto. Ya sabes... leyendas cordobesas...

Yo volví a mirar hacia el horizonte y allí seguía. De pronto, enarboló su cimitarra y, espoleando a su caballo, se perdió a lo lejos.

Sería sugestión, pero me parecía tan real...

No dije nada más y nunca volví a comentarlo. Aunque jamás he podido olvidarlo.


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