Fue en uno de mis últimos viajes a La Coruña. Iba yo paseando por el centro (joya modernista) cuando fui a parar a La Pescadería -o así lo llamamos los coruñeses de toda la vida.
La dejé a mi izquierda y seguí avanzando. De repente lo vi. Mis años de colegio y de universidad se hicieron carne.
- K.! -grité mientras lo señalaba.
Me sonrió y amablemente me dijo:
- Te confundes. Soy el hermano.
Rápidamente me recuperé de la sorpresa y me presenté. Someramente le hablé de los años que había compartido colegio, primero, y residencia universitaria, después.
El me habló de su hermano, mi amigo, con toda naturalidad, de sus éxitos profesionales (no pocos), E hizo gala de una inteligencia y sentido del humor en los que reconocí a su hermano. Le di recuerdos para K. y nos despedimos.
Me quedé pensando en que todo sigue igual. Bueno... Igual..., pero con cuarenta años encima. El tiempo pasa.

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