viernes, 7 de marzo de 2025

PASEANDO POR MEDINA AZAHARA


Ahí está. Puedo verlos llegar, pasear. Ellos están tan absortos que no perciben mi presencia. Vienen de todas partes de España. De todas partes del mundo. La fama de Medina Azahara no conoce límites. Aún en ruinas conserva su belleza original. Para eso fue construida, para impresionar a sus visitantes y mostrar el poder del califa.

La gente pasea por ella hablando en voz baja, abrumados por lo que ven. No pueden concebir tanta belleza. Se preguntan quién la habrá construido. Muchos de ellos -americanos sobre todo- no entienden que hubiera una sociedad que fuera capaz de crear tales prodigios. Los que quieren prolongar tan mágica experiencia van al museo, del que salen más maravillados si cabe. En él se encuentran infinidad de objetos cotidianos de la gente que habitó la ciudad, ahora convertidos en joyas arqueológicas.

Desde esta atalaya puedo ver los alojamientos de la Guardia califal y sus caballerizas. La casa de Ya´far ahí al frente, más abajo. A la izquierda, el gran pórtico por el que entraban los dignatarios extranjeros que llegaban atraídos por la fama y el poder que emanaba de esta ciudad. Junto a él, el edificio basilical, la casa del ejército.

Ahora tengo que irme. No puedo dejar de llorar al contemplarla así... es mi paraíso perdido...

Hasta ahora ninguno me ha visto ni creo que me vean. Solo ven esta obra, que tiene más de mil años. Yo sí la conozco porque, cuando se construyó, estaba allí. Me llamo Abderramán III y mi espíritu se solaza cada vez que puede pasear por Medina Azahara, mi gran obra.


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