miércoles, 12 de marzo de 2025

RECUERDOS EN POZOBLANCO


Fue recién llegado a Pozoblanco (Córdoba). El ayuntamiento, como parte de los festejos de la feria, organizó una visita guiada a la plaza de toros. Una plaza de la que yo no había oído hablar (vivía a más de mil kilómetros) desde la muerte de Francisco Rivera "Paquirri"  en septiembre de 1984, pocos días antes de que yo entrara en la Universidad.

Paquirri recibiendo al toro a porta gayola en Pozoblanco.

Esa noticia abrió todos los telediarios. Paquirri había sido cogido mortalmente por el toro Avispado. Todos esos recuerdos acudieron a mi cuando pisé la tierra que se había empapado con su sangre, cuarenta años después del luctuoso acontecimiento. Volví a ver a través de mis recuerdos a un torero valiente cuya faz iba siendo invadida por la muerte. A pesar de verse amenazado por la parka, tuvo el valor suficiente (que me impresionó) para calmar al médico que intentaba atenderlo en la enfermería de la plaza. Enfermería con escasísimos medios, lo que, a la postre, causaría la muerte del diestro. 


Era la primera vez que oía hablar de Pozoblanco, pero no pensé sentirme tan ensimismado con la magia del lugar y la explicación del experto guía. Aunque parecía mayor que yo, me di cuenta de que él y yo éramos aproximadamente de la misma edad porque durante la visita había hecho mención a las letras taurinas de Gabinete Caligari y su canción La culpa fue del Cha cha chá.


Al terminar la visita le pregunté por el grupo y si era verdad que el padre de Jaime Urrutia, solista de la banda, había sido un crítico taurino muy famoso. Sonrió y me dijo que sí, que él conocía al padre de Urrutia y que lo había puesto en un brete al hacerle una pregunta que el guía no había sabido responder. También me dijo que le gustaba mucho Gabinete Caligari, que era de su época y que se notaba que el solista era aficionado a los toros como su padre, como se podía ver en algunas de las letras de sus canciones.

Nunca había ido, pero, después de la visita, me convencí de que tenía que ir a las corridas de la feria. Fueron tres y en ellas me di cuenta de que me encantaban los toros. Sé que no es políticamente correcto decirlo, pero Pozoblanco me reafirmó en mi afición. Entiendo, aunque no comparto, que critiquen la fiesta por maltrato animal. Lo que no entiendo es por qué algunos la critican solo por el hecho de que se la conozca como la fiesta nacional.

Como dijo el filósofo una vez, la tauromaquia es escuela de multitudes. Pues yo había entrado en el aula por primera vez y, seguramente, para siempre. Ahora para mi, la plaza de toros de Pozoblanco no es solo el lugar donde Avispado mató a Paquirri. Ahora es el lugar donde yo descubrí este Arte.



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