Hubo una època - a principios de los setenta - en que vivì un sueño. Un sueño deslumbrante y cautivador. Un sueño al que no puedo escapar y que recreo a veces.
Fuè en Guitiriz ( Lugo ) - donde yo veraneè dos años por el trabajo de mi padre - Y no debìa de tener màs de ocho o nueve años. Ella se llamaba Malena. Era rubia y de mi edad. No la recuerdo mucho. Recuerdo, eso sì, que me enamorè perdidamente - todo lo perdidamente que se puede enamorar uno a esa edad ( Que es mucho ) - de sus muslos. Eran unos muslos nìveos que resaltaban con sus pantaloncitos cortos ( Creo que ahora se llaman horteramente shorts ). Eran unas piernas que hacìan palidecer al sol. Delgaditas pero muy bonitas, para esa edad - que era la mìa ´-. Unos muslitos por los que merecìa la pena batirse en duelo. Y asì lo hicimos mi amigo Fernando y yo. Que tenìamos la misma edad y èramos muy amigos. Ademàs nuestros padres eran compañeros de trabajo. Pero no importaba. Los muslos de Malena desataron una guerra a muerte ( quiero decir, a puñetazos ) entre dos amigos. Una batalla en la que yo llevè la peor parte. Pero el otro no se fuè de rositas por que nunca supe - y sigo sin saber - rendirme.
Se terminaron los veranos y cada uno a su casa. Malena y yo vivìamos en La Coruña. Ella vivìa en el Centro.
Pasados los años me fuì a estudiar a Santiago. Un dìa me encontrè al padre de Fernando cerca de La Catedral. Nos abrazamos y me contò de mi amigo. Le iba muy bien estudiando Medicina. Yo estaba a punto de dejar la Carrera de Derecho ( Lo que , al final, hice ). Por eso me diò vergüenza y no lo llamè.
Tampoco supe nada de Malena ( a pesar de que iba, los sàbados, a un mesòn de su calle ). Nunca volvì a ver a esa niña - Que tenìa un nombre que, aùn, no era de tango y cuya imagen me marcò tanto en la prepubertad. Luego vinieron otras, curiosamente morenas, que me encantaron - sobre todo una - pero todavìa guardo un recuerdo especial para Malena y sus pàlidos, delgados e hipnòticos muslos.
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