Sucediò el pasado domingo. Me encontraba tomando un descafeinado en una de las terrazas de la ferrolana Alameda de Suanzes. Y estaba disfrutando de un buen libro.
El dìa no pod¡ia ser mejor. Era cerca del mediodìa y el sol lucìa y calentaba magnìfico.
Absorto en la lectura de mi nueva adquisiciòn literaria, levantè la vista, para descansarla. Y allì estaba. Un precioso querubìn. Debìa de tener no màs de cuatro años. Se estaba peleando con unas patatas fritas e iba venciendo. El sol jugaba con los dorados rizos de este àngel - una niña -. A su lado la vigilaba una orgullosa mujer joven.
MMe presentè y le preguntè si era su hija. Me dijo que sì. La niña levantò la mano y me saludò. Despuès reanudò su batalla con las patatas.
- Parece muy sociable y muy tranquila - le comentè a la madre -
- Uy, no creas, es muy revoltosa. Pero tiene muy buen fondo - repuso.
Tuvimos un gratificante intercambio de palabras. Me contò que la llegada de Lara habìa sido inesperada. Pero que la querìa mucho. Y eso se notaba.
El tiempo pasò ràpido. Siempre pasa ràpido cuando estàs a gusto.
En esto la madre de Lara dijo :
- Uy, es tarde, tenemos que irnos. Larita, vamos.
Se despidieron y se perdieron entre los àrboles de la Alameda. El sol, infrecuente en otros inviernosferrolanos, jugaba con los rizos dorados de Lara.
Y, a mì me quedò una indescriptible ( y maravillosa ) sensaciòn de paz
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