miércoles, 26 de junio de 2024

VOLVER A POMPEYA


Me llamo Paul Granger y voy a morir. No quiero hacerlo con esta culpa, por eso voy a contar mi historia para calmar mi conciencia de centenario.


Yo estaba allí. Sobrevolé la zona en un bombardero. El día anterior el jefe de nuestro escuadrón nos reunió para el briefing de la incursión. Íbamos a atacar un objetivo estratégico en la costa de Italia. Todos nosotros éramos muy jóvenes. La guerra nos cogió acabando la carrera en Oxford. La mayoría allí éramos historiadores. Nunca pensamos llegar a eso: íbamos a destruir lo que tanto habíamos deseado volver a visitar: las ruinas de Pompeya.

Nos miramos, nuestro rostro estaba blanco. Yo, por mi parte, estaba más afectado si cabe. Había terminado hacía poco mi licenciatura en Historia y estaba preparando mi doctorado. Antes de la guerra me había desplazado con algunos compañeros a Italia. ¡Cómo nos gustaba Italia! Era cálido, tenía mujeres bonitas y el Mediterráneo era un paraíso para los que veníamos de Dover. Además, tenía un vino barato y delicioso.

Nosotros planeábamos pasar el verano de 1939 en Nápoles, desde donde pensábamos incursionar hasta Pompeya, esa misteriosa ciudad cuyas ruinas eran un paraíso para cualquier estudiante de arqueología. Allí tuvimos tiempo de todo: estudiar el yacimiento, bañarnos en el Mediterráneo, probar los caldos de la zona y a las imponentes ragazzas, también deliciosas.

Pero el verano terminaba y a finales de agosto volvimos a Inglaterra. Cuando llegamos a casa nos encontramos con la guerra. Nos alistamos todos en la RAF. Muchos de mis compañeros pidieron servir en el Mando de Caza para hacer frente a los alemanes. Yo me alisté en el Mando de Bombardeo: quería devolver a los alemanes sus visitas a Londres durante el Blitz.

Lo siguiente que recuerdo fue ser destinado a Túnez, a principios de los años 40, donde formé parte de la tripulación de un Lancaster. Aquella decisión me llevó, en el año 43, a asistir a esa reunión que nunca olvidaré.

Nos dijeron que por las ruinas de Pompeya transcurría una ruta muy importante para los alemanes, donde se escondían fuerzas enemigas para impedir el avance de los aliados. Posteriormente descubrimos que esto era mentira, aunque nosotros entonces no lo sabíamos. Después Londres anunció que había sido un error y que no volvería a pasar. Pero semanas más tarde se repitió el ataque. 

Yacimiento de Pompeya

Esta yacimiento había comenzado a ser excavado nada menos que en 1738 por Carlos III de España, en aquel momento rey de Nápoles, que encargó a Roque Joaquín de Alcubierre, un ingeniero militar español, iniciar los trabajos.

La segunda visita militar la hicimos nosotros y no fue precisamente constructiva. 

Aún con nuestro rechazo como historiadores, despegamos de Túnez. Sobrevolábamos aquel mar que en el pasado había sido testigo de nuestra pasión por las italianas. Sumergido en estos recuerdos me encontraba cuando oí la voz del piloto:

- Muchachos, preparaos. Faltan unos minutos para el objetivo.

Volví a la realidad. Me acercaba al lugar que había sido mi paraíso como arqueólogo. Y ahora... ¡tenía que destruirlo! Me iba a hacer falta todo mi espíritu militar, que antes no tenía, y obedecer las órdenes para destruir aquello que había intentado recuperar años atrás.

Pompeya tras el bombardeo aliado.


A la vuelta del ataque se nos ordenó, bajo amenaza de consejo de guerra, guardar silencio sobre la operación.

Yo nunca podré olvidar esa destrucción, jamás. Por eso al acabar la guerra y ya desmovilizado, volví todos los veranos a las ruinas de Pompeya para ayudar a reparar los daños de aquel maldito día.

Cuando la salud me falló y las piernas no me respondieron, el gobierno italiano me regaló una silla de ruedas con el objeto de seguir trabajando en recuperar el yacimiento y hacer de guía a los turistas que visitan el monumento.

Y en eso estoy. No me queda mucho tiempo. Pero espero que sea suficiente.

viernes, 21 de junio de 2024

CURANDO LAS HERIDAS

 Si la vida me ha hecho solitario será por algo.


Porque antes, cuando estaba mal acompañado, no lo sabía. Tu valía no puede depender de la opinión de otras personas, solo de la tuya propia.


miércoles, 19 de junio de 2024

HE AQUÍ UN MILITAR CON ALMA DE TENOR LÍRICO

Magnífica interpretación de Torna a Surriento por el tenor lírico Jacinto Huete (Cachi) en el teatro Jofre de Ferrol. Lo que no sabéis y yo sí, porque es mi amigo, es que además es un gran militar (sargento primero de la Armada española) y estupendo guía del Museo Naval, donde yo lo conocí.



viernes, 14 de junio de 2024

miércoles, 12 de junio de 2024

VICTORIA Y MUERTE

 

Batalla de las Termópilas

Ahí estás. 

Te puedo ver, con tus hombres entre los fuegos del campamento. 

¡Oh, Leónidas! Eres el rey, pero también un guerrero más. 

Os estáis preparando para la batalla. Con vuestros cánticos (el Peán) y contándoos anécdotas y presumiendo de viejas heridas de guerra. Estas y la sangre derramada han establecido entre vosotros un lazo indestructible, el lazo que mañana al amanecer se verá puesto a prueba. 

Vais a intentar parar a los persas en las Puertas Calientes (Termópilas).

No tenéis miedo. No sabéis que vais a morir, aunque lo sospecháis. Tú conoces, Leónidas, la profecía del Oráculo:

O bien Esparta es destruida por el extranjero, o bien muere el rey espartano.

Detendréis al enemigo, pero ninguno sobreviviréis. Sin embargo, pasaréis a la historia. No como lo importantes que sois, porque sin vosotros no hubiera sido posible Atenas (vuestra eterna enemiga), ni Sócrates, ni Platón, ni Aristóteles. Vuestros sucesores os verán como una simple jauría de guerreros. Ninguno se parará a pensar que vuestra sangre nutrirá la Grecia clásica y sus pensadores. 

Sois vosotros, ¡oh, Leónidas!, los que haréis posible que sobreviva la cultura occidental. Vosotros haréis posible la máxima de un pensador muy posterior, cuando dijo:

Siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado a la Civilización.

Muchos siglos después, los hombres recordarán nombres como los de los grandes pensadores ya citados, pero olvidarán a Leónidas y a sus trescientos a los que les debían el haber salvado su modo de vida.

Y allá por el siglo XXI ya se habrá olvidado lo que vosotros nunca olvidasteis. Que la civilización exige a veces muchos sacrificios, incluso el último que puede hacer un soldado: su propia vida. Y que solo Thomas Jefferson recordará:

El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos.

Por eso tú, ¡oh, Leónidas!, te preparas para combatir en las Termópilas. No sabes que vas a morir, no sabes que al día siguiente cenarás en el Hades. Y tampoco sabes que, pasados los siglos, aquellos que debían defender el legado de tu sacrificio frente a los persas no tendrían valor para defenderlo ante sus sucesores musulmanes. Ni que aquella civilización que tú ibas a salvar sería despreciada por sus beneficiarios.

De todas formas, nadie te podrá arrebatar el mérito de tu sacrificio y tu victoria.

Ahora duerme. Tienes que estar descansado para mañana. Cuando, antes del combate, mirarás hacia arriba y se te aparecerá la victoria.

Representación de la Victoria






miércoles, 5 de junio de 2024

"TORMENTA EN EL MAR DE GALILEA"

  Rembrandt más espectacular todavía gracias a los efectos especiales.


Obra espectacular de Rembrandt adaptada en una exposición londinense, un espectáculo multisensorial de arte inmersivo. 

Me gustaría estar con esas personas del público para ver lo que se siente. Y luego irme a tomar un café (o, dada la ciudad, un té) bien calentito para comentar la experiencia.

UNA LÚCIDA REFLEXIÓN DE CERVANTES


"Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal y ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca."

D. Miguel de Cervantes, "Don Quijote de la Mancha"


Lo que me ha llamado la atención de esta reflexión cervantina es que estoy, en este momento de mi vida, en plena borrasca. Espero que pronto amaine. Empiezo a recibir las primeras señales de ello.