En Abril de 1982 empezó una confrontación bélica tan absurda como extraña. En aquel mundo de bloques se enfrentaron dos de los mas firmes aliados de los Estados Unidos: Argentina y el Reino Unido. El motivo era la soberanía de las Islas Malvinas/Falklands.
Este archipiélago, a menos de 500 Km de la actual Argentina, fué descubierto por el español Esteban Gómez en 1520. Durante los siglos siguientes fué posesión española, disputada frecuentemente por Inglaterra. El territorio fué cedido a Argentina a su independencia. Entre 1811 y 1820 quedaron desiertas y, a partir de 1820 fueron ocupadas por Argentina. En 1830 los británicos las reclamaron y las ocuparon en 1833, sin resistencia argentina.
Poco a poco pasaron a forma parte del subconsciente colectivo argentino como una afrenta a su dignidad. Reclamada por todos los gobiernos y regímenes y sometida a controversia en la ONU desde 1960 llegamos al punto crítico. En el contexto de la guerra fría, Argentina sufre una ofensiva terrorista a principio de los setenta a manos de los Montoneros y el ERP, apoyados por la URSS. La reacción no se hace esperar. En 1976, las Fuerzas Armadas, apoyadas por los EE.UU., dan un golpe de estado. Lo que siguió fué una de las represiones mas brutales e indiscriminadas que se recuerdan en Iberoamérica. Para la historia de la infamia quedan nombres como "desaparecidos", "ESMA", etc. El resultado fueron miles de asesinados y torturados. En pocos años Argentina se hunde en un baño de sangre y en una crisis económica sin precedentes. Ante la resistencia popular creciente y en desprestigio internacional se suceden las cúpulas militares. A finales de 1980 la dirigida por el General Galtieri decide "unir" al país tomando militarmente las Islas Malvinas.
Por entonces el Reino Unido no pasa por su mejor momento. Los años setenta son años de crisis económica. El Partido Laborista, dominado por el ala izquierda sindical, plantea la lucha a base de huelgas. Se suceden los "años del descontento". En Mayo de 1979 este descontento lleva al poder a la líder del Partido Conservador. Esta empieza a poner en marcha un programa económico draconiano que, en pocos meses, tiene fuerte contestación social. Con las elecciones en 1983 el tiempo corre en su contra.
En este contexto, el 25 de Marzo de 1982, La Junta Militar Argentina da la orden de poner en marcha la Operación "Rosario" para la toma de las Islas Malvinas. Al dia siguiente las fuerzas abandonan Puerto Belgrano. En la madrugada del 2 de Abril unidades de operaciones especiales de la Armada Agentina desembarcan en Port Stanley, capital de Las Malvinas. Tras una noche de enfrentamientos esporádicos los 120 Royal Marines, que defendían su cuartel y la Casa del Gobernador, se rinden sin bajas en ninguno de los bandos.
La reacción en Gran Bretaña es fulminante.Aunque muy pocos saben donde quedan las islas, el tradicional nacionalismo británico hace el trabajo. En contra de las previsiones argentinas de que se sentarían para negociar, la Primera Ministra proclama ante el Parlamento: "El Reino Unido confía en su Armada Real" y ordena que, en 48 horas zarpe una flota de 120 buques rumbo a las Malvinas. Los planes argentinos se vienen abajo.
Vista hoy la decisión de Thatcher podría parecer fácil. Pero, a principio de los ochenta, el otrora Ejército Imperial ya no era el mismo. Tras reducciones drásticas en los presupuestos de defensa, procesos descolonizadores desmoralizantes, mas de una década de desgaste en el Ulster y con sus efectivos repartidos por medio mundo e inmovilizados en Alemania, no eran pocos los estrategas que consideraran la empresa de recuperación un suicidio. Sin embargo Thatcher, conocera del carácter británico, sabía que una victoria militar sería la antesala de un triunfo electoral. Por eso recabó, y obtuvo, el apoyo logístico de EE.UU. y el diplomático de la OTAN y la CEE. Argentina, desbordada por la reacción londinense, intento hacer valer su tratado con EE.UU., sin percartarse de la alianza "de facto" que se había ido formando entre Reagan y la Thatcher. Los satélites norteamericanos fueron reprogramados para "volar" sobre las islas. Mientras tanto una fuerza de decena de miles de hombres, en una gran flota, se dirigía al Atlántico Sur. Sin embargo, los argentinos, empezaron a improvisar. Empezaron a mandar a la isla a reclutas sin experiencia, rodeados de armamento que no sabían manejar y expuestos a uno de los climas mas duros del planeta sin equipo adecuado, dirigidos, además, por oficiales incompetentes- se habían dedicado a la represión en vez de a la defensa exterior-, clasistas y, en buena medida, cobardes.
Ante ellos iban a enfrentarse las mejores unidades del Reino Unido. Profesionales con varios años de experiencia militar y con todo tipo de recursos y experiencia: El Regimiento Paracaidista, Los Marines Reales, la Guardia Real, Los Gurkhas, todos ellos imbuidos de una de las mas ricas tradiciones militares del mundo.
El punto de no retorno llegó cuando, el 26 de Abril, una sola compañía de los Royal Marines, recuperó las Georgias del Sur, un pequeño archipiélago al sureste de Malvinas. Capturaron al incompetente Alfredo Astiz, un oficial naval acusado de terribles crímenes contra la humanidad. Por otra parte el SAS, la mejor unidad especial de la OTAN, se inflitro en la isla, desde submarinos, y estuvo un mes enviando información sin ser descubierta.
Fueron ellos los que dirigieron el primer bombardeo contra las pistas de Port Stanley, ahora puerto argentino.
El 30 de Abril los británicos entraron en la zona de exclusión de Malvinas, declarada por ellos- un radio de 200 millas desde la capital insular. Dos dias después un submarino nuclear británico localizó en la zona al obsoleto- mas de 40 años de antigüedad- Crucero "Belgrano", aunque no era una amenaza directa podía descubrir la flota británica y comunicarlo. La orden de la Primera Ministra fué directa y tajante:"¡Hundidlo!". 323 marinos argentinos no tuvieron ninguna oportunidad para salvar sus vidas. La guerra ya era imparable.
Este hecho tuvo dos consecuencias inmediatas. La Armada Argentina, cobardemente, se refugió en puerto durante el resto del conflicto y la guarnición argentina de las islas quedó, virtualmente, sitiada.
Pero el comportamiento de los marinos australes tuvo una excepción. La Aviación Naval.
Dos dias después de la desgracia del "Belgrano" estos devolvieron el golpe atacando y hundiendo el HMS "Sheffield". Aunque los misiles que lanzaron los aviones no explotaron, su combustible provocó un incendió fatal. Además, se descubrió posteriormente que las medidas contraincendios del barco no funcionaron debido a recortes en el presupuesto.
A partir de entonces Argentina toma la iniciativa con su Fuerza Aérea y su Aviación Naval. El comportamiento de quellos pilotos es increíble. Atacando a ras de agua con aviones obsoletos y mal diseñados, soltaban sus bombas a diez metros de altura. El resultado es espectacular. Diez buques de guerra británicos hundidos o gravemente tocados. Y no fueron mas porque los pilotos atacaban a tan poca altura que las bombas no tenian tiempo de armarse y explotar. Las pérdidas entre los pilotos argentinos fueron desoladoras.
El 18 de Mayo el mando británico decide desembarcar en el oeste de la isla principal. Como la capital quedaba al este los argentinos habían improvisado la defensa mirando al mar, por eso los enemigos desembarcaron en la otra punta. Tendrían que recorrer a pié, cargados con 50 kg de equipo, 150 kms. Y todo ello porque los argentinos habían hundido el buque que llevaba los helicópteros de transporte. Pero se pusieron en marcha.
El 21 desembarcaron el la bahía de San Carlos. Al estar tan distante de la capìtal no estaba defendida. Si solo algunos cientos de los 12000 argentinos de Port Stanley estuvieran desplegados allí el desembarco hubiera fracasado. En pocas horas desembarcaron a mas de 2.000 hombres.
En aquel momento el Brigadier Thompson, jefe de los Royal Marines. sugirió a la Primera Ministra que negociara un alto el fuego con los argentinos, fué fulminantemente destituido.
Los argentinos estaban ahora inmovilizados en sus posiciones, privados de suministros. En el flanco derecho de las lineas de avance británicas quedaba el aerodromo de Goose Green, protegido por 1200 argentinos.Su ocupación fué encomendada al 2º de Paracaidistas, con 450 hombres. El 28 de Mayo comenzó una batalla en la que las posiciones argentinas, en el fondo de un estecho itsmo, parecían inexpugnables. En un momento dado el avance británico se ralentizó y el jefe del 2º PARA tomó el mando personalmente de un ataque frontal. Cuando cayó muerto sus hombres, enardecidos, arrasaron la linea argentina. El Tcol Jones fué condecorado, a título póstumo, con la Cruz Victoria, la mas alta medalla británica. Tras casi veinte horas de combate la posición argentina cayó. El Coronel argentino apareció para la rendición. Iba impecable, con su reluciente sable, limpio y peinado. Enfrente suyo se encontró con un mayor británico, sucio, ojerosos, con el uniforme destrozado. Esto señala el verdadero motivo de la victoria británica Las bajas argentinas eran 50 y las británicas 17.
La progresión británica siguió y en los siguientes dias se suceden las escaramuzas entre las unidades avanzadas argentinas y los grupos de reconocimiento británicos.
Los primeros dias de Junio ven como llegan refuerzos británicos a las islas y como los británicos preparan el asalto a las posiciones de Puerto Argentino. El 5 de Junio Estados Unidos veta un alto el fuego de la ONU. Al dia siguiente el buque que desembarcaba a la Guardia Galesa es atacado por la aviación argentina produciendose 200 bajas. Al mismo tiempo la Royal Navy comienza a bombardear Puerto Argentino.
El 11 de Junio el Papa Juan Pablo II pide la paz. Esa misma noche los británicos avanzan hacia las colinas que rodean la capital. Los 12000 argentinos, hambrientos, mal entrenados ven como sus oficiales empiezan a desaparecer hacia Puerto Argentino. Muchos suboficiales les imitan. Solo el 30% de la oficialidad permanece en sus puestos. Las raciones se reducen a una al dia y las temperaturas caen a bajo cero. Las fortificaciones se reducen a sanglares- trincheras excavadas en la turba, continuamente inundadas.
Los británicos, expertos en combate nocturno, inician la ofensiva, sobre Mount Longdon, la madrugada del 12, con el 42º de Royal Marines. El 45º de Royal Marines ataca Two Sisters y el 3º de Paracaidistas avanza sobre Mount Longdon. Al amanecer las tres posiciones están en manos británicas. La capital está a la vista.
La noche siguiente, la legendaria Guardia Escocesa y el 2º de Paracaidistas atacan, con el sonido de gaitas de fondo, las últimas posiciones argentinas, Mount Tumbledown y Wireless Ridge. Se enfrentan al 5º de Infanteria de Marina argentino, que les hacen pagar un elevado precio.
La madrugada del 13 de Junio se produce el pánico en las posiciones argentinas. Oleadas de soldados arrojan sus fusiles y se dirigen, a la carrera, a Puerto Argentino. Algunos oficiales intentan frenarlos disparando sobre ellos. La imagen es terrible y patética.
El comandante en jefe argentino, General Menéndez, llevaba 3 dias tratando la rendición, por radio, con los británicos. A las 2359 del 14 de Junio de 1982 se hace oficial el alto el fuego
El balance es terrible. 649 muertos argentinos y 255 británicos.
Las consecuencias políticas del conflicto fueron claras. La Junta Militar cayó y, un año después de la guerra, Argentina estaba a punto de celebrar elecciones libres.
Margareth Thatcher que, a la recepción de las tropas había declarado "Estamos orgullosos de lo que hemos hecho, orgullosos de nuestras fuerzas armadas, orgullosos de ser británicos", alcanzó una mayoría parlamentaria, en 1983, desconocida desde los años treinta.
En Argentina se creó una generación, la de la guerra, que fué olvidada. Los casos de síndrome de estrés postraumático se dispararon, así como los suicidios. Las fuerzas armadas cayeron en el mayor desprestigio de su historia
Todo ello recuerda, lamentablemente, las palabras escritas hace dos milenios, por
Marcus Flavinius, Centurión de la segunda cohorte de la legión Augusta, a su primo Tertulio en Roma:Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitaban nuestra ayuda y nuestra civilización.
Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era, no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos; pero, mientras aquí estamos impulsados por este espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono vilipendiando así nuestra acción.
No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.
Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces ¡Cuidado con la ira de las legiones!