Eran las 8 de la mañana de pleno mes de Julio y ya hacía calor. El sol ya era implacable y se reflejaba brillando en lo verde. Yo ya estaba despierto. Al otro lado de la ventana el valle de Lemos me desafiaba. Me levantaron y desayuné, luchando contra l . Salí enseguida para aceptar el reto del calor de la mañana. Me interné en el bosque hacia Monforte, a unos kilómetros. Llegué enseguida y desayuné. En unos pocos metros viajé varios siglos sin salir del valle del Cabe. Pasé la mañana transitando por la historia. Me refresqué cerca del puente romano y pasee por la calle del Cardenal, que desemboca en los Escolapios. Me dí un baño de arte. Todo esto de terraza en terraza ayudado por unos cafés con mucho hielo. Rendí pleitesía al Conde de Lemos. Un día me desvié al Pazo de Tor, una experiencia inolvidable. Visité la judería y comí en a Troula. Me puse a los pies de la torre del castillo de Lemos. Agotado volví a la residencia donde vivía, allí cené y me acostaron. Al atardecer el paisaje verde volvió a brillar como despedida. Me quedé dormido hasta el día siguiente. Todos estos maravillosos recuerdos tienen el color verde del maravilloso y nostálgico Valle, dominio, del Señor de Lemos.
Y todo esto lo sentí mío desde mi ventana.
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